Un país como España no debiera permitir una huelga de jugadores de fútbol profesional. Es cierto que el deporte del fútbol mueve una ingente cantidad de dinero y que genera numerosos puestos de trabajo, pero las cifras de los fichajes, además del presupuesto anual de los equipos de primera división, contrasta con una crisis que ha devastado la economía nacional. La mayor parte de la población española acusa las consecuencias del paro, e incluso muchas personas han quedado socialmente marginadas.
Algunos jugadores de fútbol esgrimen el argumento de que su vida profesional es efímera, pero deben admitir que es muy rentable, quizá excesivamente rentable. Ningún trabajador de cualquier otra actividad conseguirá reunir en toda su vida laboral una cifra similar de ingresos a los de un jugador de fútbol profesional de primera división. Están sobradamente pagados y cualquier reivindicación, en las actuales circunstancias, está fuera de lugar. Sin embargo, muchas personas siguen disculpándoles cualquier comportamiento como si fueran dioses que nunca se equivocan. Recordemos, por ejemplo, a un conocido jugador que tuvo que acudir a declarar al juzgado y en la puerta lo aclamaban numerosos seguidores y admiradores, como si esa jugada fiscal fuera otro de sus numerosos aciertos futbolísticos y Hacienda, que es de todos, fuera la mala de la película; la escena daba buena cuenta, sin duda, del tipo de cultura que prolifera actualmente en este país.
Los futbolistas tienen una gran responsabilidad por su repercusión mediática, y cualquier manifestación verbal, cualquier actitud, o incluso la tendencia elegida para su imagen personal, es luego mimetizada por numerosos seguidores, igual da que sean expresiones acertadas o malsonantes, cortes de cabello singulares, llamativos tatuajes en cualquier parte del cuerpo, vestimenta de todo tipo…, cualquier cosa es imitada como símbolo de acercamiento a esos jugadores que muchas personas admiran como estrellas de un firmamento inalcanzable y perfecto. Son invitados en todas partes y muchas marcas de ropa y calzado les regalan los últimos modelos, por lo que podríamos decir que su sueldo queda totalmente limpio de gastos. Y ahora resulta que esos millonarios del fútbol quieren ir a la huelga para reivindicar unos derechos que no son, precisamente, más importantes ni más urgentes que los de cualquier ciudadano español que se ha quedado sin trabajo y sin ningún tipo de ingreso. Una vergüenza.