El Partido Popular ha demostrado haberse equivocado nombrándolo presidente del partido. Mejor le hubiera ido nombrando presidenta a Soraya Saenz de Santamaría, de sobrada valía y con gran carisma. Sin embargo, su condición de mujer, en un partido que arrastra muchos flecos de machismo, no lo ha permitido.
Sea como fuere, lo cierto es que los populares descontentos se han ido a Ciudadanos y a Vox, y entre los tres partidos siguen conformando una derecha que, en esta ocasión, no llega a contrarrestar al conjunto de la izquierda, pero podrían darle la vuelta a los resultados si consiguieran hacer una coalición de derechas.
Pedro Sánchez ha sido el ave fénix del Partido Socialista y se ha convertido en el gran triunfador de estas elecciones, muy participativas y reñidas. Necesitará apoyos, por supuesto, pero ha conseguido arrastrar los votos de quienes temían una coalición de los partidos de derechas: Partido Popular, Ciudadanos y Vox. Está claro que en estas elecciones de 2019 ha ganado la tendencia progresista y que Pedro Sánchez ha sido el principal beneficiado.
Pablo Iglesias ha mantenido el tipo. Y si es inteligente tendrá que buscar una fórmula para apoyar al Partido Socialista y no cometer el mismo error de intentar navegar en solitario tensando la cuerda. Ambos, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, están condenados a entenderse si quieren una España progresista y estable.
En mi opinión, con este reparto de votos, los partidos independentistas desempeñan un papel muy importante. Ellos son los que tienen la llave para un gobierno de progreso y, sabiéndolo, intentarán forzar las negociaciones para que les concedan sus reclamaciones. Así las cosas, veremos hasta dónde se puede desplazar el equilibrio del Estado para hacer realidad lo que desea una mayoría de la población española, la que ha dado su voto a la izquierda para conseguir un gobierno de progreso.