Esta famosa frase corresponde al gran (y eterno) político italiano Giulio Andreotti, cuando en una visita a España los periodistas le preguntaron qué le parecía la política española. La frase se podría traducir por «falta finura o sutileza». Y es que en Italia (aún) se nota que en su historia vivieron tanto la Serenísima República de Venecia como la Florencia de los Médici.
Recordé este episodio al leer estos días la prensa, donde se repite un escándalo (más) de los que nos (mal) gobiernan. Solamente viendo a un encausado, que parece que se formó cortando troncos y como portero de lupanar, ya no hace falta saber más para darse cuenta que el asunto va a transcurrir entre la miseria moral y la sordidez.
Además de esto al leer estos hechos hay dos puntos que me llaman la atención. La primera es que el sujeto del que les hablo fue nombrado por su ministro-amigo consejero de la empresa pública Renfe Mercancías. Una pregunta: ¿tan barato está ser parte del consejo director de Renfe, que es suficiente con tener un máster sobre cómo defender la puerta de un local con luces de neón? Hace muchos años para sentarte en un consejo así tenías que ser ingeniero de caminos y tener un gran expediente. Quizá nos hemos pasado un pelín con el abaratamiento.
Y una segunda cosa que se repite en este tipo de episodios es la nula preocupación de nuestros politicos con el dinero de nuestros (altísimos) impuestos. Sin entrar en la corrupción lo que se deduce de todo esto es que estos sujetos son malísimos administradores, y sólo por eso sería razón suficiente para enviarlos a su casa a confeccionar puñetas.
El problema de este país, llamado España, es que la sociedad (lanar) ve que le roban en su cara y sigue pastando plácidamente. Y mientras las ovejitas balan de felicidad esperando que su amo les dé su ración diaria de pienso en forma de telediario.
Nuestros políticos nos tienen bien pillada la aguja de marear (también llamada brújula).