El siglo XX fue todavía más trágico. Comenzamos con la dictadura de Alfonso XIII y Primo de Rivera en los años 20, la compaginamos con la guerra colonial con Marruecos, proseguimos con la instauración de la II República en 1931 y finalmente rematamos con el alzamiento del 18 de julio, la consabida guerra civil y casi cuarenta años de dictadura franquista.
En 1978, muerto ya el dictador, los españoles dijimos que nunca más sangre derramada entre hermanos y mediante acuerdo nos dotamos de la Constitución del 78 que nos ha durado 40 años con paz y prosperidad.
Pero en esa carta magna, mediante la cual se desarrolló una España federal, dejamos que se incubara un pequeño tumor, el cáncer del nacionalismo racista y xenófobo.
Esa tumoración ha ido creciendo alimentada año a año por los dos grandes partidos hasta, que en estos momentos se manifiesta con toda su crudeza y con grave peligro de metástasis.
Durante esta semana en Cataluña hemos visto en los noticiarios a miembros de la Guardia Civil cercados por la turba nazionalista (no es una errata), con sus vehículos destrozados y su armamento robado, entre otros gravísimos incidentes.
Nuestra historia como vemos está llena de guerras entre vecinos y parece que a comienzos del siglo XXI queremos volver a partirnos la cara. Pues mucho cuidado porque somos muy capaces.