Pero esta «conllevanza» no implicaba dejar hacer y mirar para otro lado que, es lo que ha hecho nuestra clase política desde el 78 hasta hoy, sino que el término exigía gestionar el problema con lucidez, inteligencia y valentía y sobre todo estando alerta».
Ortega venía a decir que todo el problema se debía a que una parte del pueblo catalán poseía un sentimiento particularista al que denomina «apartismo», y precisaba: «Tal es el caso doloroso de Cataluña, su carácter mismo y su terrible destino. Cataluña quiere ser lo que no puede ser».
A mi juicio tenía razón D. José en lo de que «Cataluña quiere ser lo que no puede ser». Tiene que ser muy duro ser una de las regiones mejor situadas en la península y de las más favorecidas por los sucesivos gobiernos españoles a lo largo de la historia, para terminar diciendo dos millones de catalanes que se sienten oprimidos desde 1714. ¿Qué pensarán entonces los andaluces, extremeños o gallegos que para salir de la miseria tuvieron que emigrar a Cataluña para mejorar sus vidas?
Por más que los catalanes se quieran diferenciar de los demás españoles lo tienen muy difícil, porque llevamos conviviendo juntos dentro de la península al menos desde la Hispania romana, que data de 200 años antes de Cristo hasta el siglo V en que llegan los visigodos, lo que viene siendo algo más de 2000 años mezclándonos entre nosotros y a nuestra vez con todas las civilizaciones que llegaron aquí posteriormente.
Los catalanes quisieran parecerse a algún otro pueblo europeo, supongo que nórdico o centroeuropeo para diferenciarse del resto de españoles, pero como decía el clásico «lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible».
Yo le diría al presidente Quim Jong-Torra que, como le acaban de espetar en su parlamento, «fisicamente está Vd. muy lejos de un pertiguista noruego y a lo más que se parece es a un españolazo».
Supongo que es duro de aceptar pero es lo que hay.