A estas alturas de la historia, volver la vista atrás, para valorar el comportamiento de Pablo Morillo, produce cierto vértigo.
Pero sorprende enormemente que se llegue a decir de él cosas como estas:
«Además de ser un militar de alta graduación, al igual que otros, no protagonizó personalmente ninguna gesta». Basándose en citas históricas, designa a Morillo «como un gran militar, pero también como un oportunista, y sobre todo como un traidor al Gobierno legal constituido en el trienio liberal, y un traidor a Vigo». (Atlántico Diario, Vigo, M. Gonzalo Prado)
Resulta muy fuerte, sobre todo si se conoce la verdadera historia de este importante militar español y el papel que jugó como liberal (progresista para la época) en su dilatada carrera.
Baste decir que se inició en la milicia con tan sólo 13 años como infante de marina y con tan sólo 15 años entró en combate y resultó herido en el sitio de Tolón, por tropas al mando de Napoleón Bonaparte.
Era mayo de 1793, meses antes había pasado por la guillotina Luis XVI y Europa estaba tan confundida y desorientada que se fraguaron las alianzas más absurdas conocidas en la historia con tal de contener el avance del liberalismo, que ponía en jaque al absolutismo monárquico.
Europa vivía tiempos agitados por la Revolución Francesa y la confusión reinaba en una recién nacida España, a la que Pablo Morillo aspiraba servir como militar, como liberal y como masón, tal como lo demostró a lo largo de su dilatada carrera, muriendo a los 62 años casi en la indigencia, como su mentor Francisco Javier Castaños, Duque de Bailén.
Los personajes que participan entonces en la construcción de esa nueva España, que alumbraría la Constitución Cádiz, durante el conocido como trienio liberal, se van a estrellar contra la cruda realidad de un pueblo atrasado e ignorante, que desprecia el liberalismo y se pone a los pies del absolutismo, recorriendo el camino en dirección contraria a la Revolución Francesa.
Las contradicciones de Pablo Morillo hay que leerlas, en las luchas intestinas de los liberales españoles, que al final fueron responsables del triunfo del absolutismo, sin mencionar la llamada pérdida de las colonias, que se produce en la misma época.
Hay que resaltar que en 1820 Pablo Morillo solicitó su baja del ejército, sin embargo en pleno trienio liberal, es nombrado Capitán General de Castilla la Nueva, dimitiendo de su cargo 18 meses después.
En cuanto a su participación en la toma de Vigo, en 1823, hay que destacar que los llamados facciosos no eran otra cosa que los descontentos del medio diezmo defensores a ultranza del absolutismo, disfrazados de «guerrilleros» que si bien eran conocidos por los locales, no lo eran para un Morillo que defendía la Constitución de Cádiz.
Para mayor abundancia, decir que Pablo Morillo había sido destituido en agosto de 1823 y condenado por su afinidad a la Constitución de Cádiz, en sentencia del llamado Tribunal de Purificación.
Para terminar, una vez iniciada la sublevación carlista, se le llama a ocupar de nuevo la Capitanía General de Galicia.
Participó en su última batalla contra el absolutismo encarnado por Carlos María Isidro de Borbón, pero su deteriorada salud le lleva a la muerte en julio de 1837.
Por consiguiente, no estamos ante un traidor, estamos ante un masón liberal, que defendió sus ideales con fidelidad a su patria.
Es de justicia hacer honor a la verdad, sin esperar recompensa a cambio.
Otra cosa es el odio a los masones.