Hace muy poco tuve la oportunidad de leer la noticia en la prensa local sobre que en nuestra ciudad se podía hacer una ruta llamada «La puerta del Atlántico». Esto se le ocurrió al guía oficial de turismo Alberto Justo Mosquera, y lo que cuenta en la misma es la importancia que tuvo el puerto vigués en la emigración de nuestros antepasados hacia América, a finales del siglo XIX y primera tercio del siglo XX.
Desde esta tribuna queremos aplaudir la feliz iniciativa del sr. Mosquera, que suele finalizar su ruta con la petición para que pronto Vigo cuente con un gran museo de la emigración. Desde aquí queremos sumarnos a esta solicitud y pedimos a nuestra Autoridad Portuaria que vaya dándole vueltas a la idea.
En estos momentos Vigo ya está en la agenda de muchos touroperadores, por tanto, además los millones de leds navideños, necesitamos tener más motivos para llenar el tiempo del visitante, y uno de ésos podría ser contar en la Estación Marítima con un gran museo de la emigración, muy cerca del monumento de Ramón Conde que representa a un hombre a punto de embarcar hacia América, con su familia a pocos metros despidiéndolo.
Cuando pensaba en escribir este artículo me vino a la memoria al viaje que hace ya años, hicimos mi mujer y yo a la ciudad de Nueva York después de una fecha señalada. Ya en la Gran Manzana teníamos que elegir qué excursiones queríamos hacer, y preferimos no ir a la Estatua de la Libertad y sí a la Isla de Ellis (ambas están muy próximas). Ellis era el islote, a modo de lazareto, donde los emigrantes hace años eran desembarcados y se les hacía un control sanitario, entre otros, antes de que pudieran entrar en «la tierra de las oportunidades».
Si recuerdan Vds la película de «El Padrino II» cuando narra la infancia de Vito Corleone, se ve cómo el cacique mafioso local ordena matar a su madre y la familia lo esconde en las alforjas de un borrico para sacarlo del pueblo y embarcarlo rumbo a Nueva York. Después de esto se ve al joven Vito llegando en barco a la ciudad (se aprecia la Estatua de la libertad) y cuando pasa el control en el gran vestibulo de Ellis. Vito llevaba una tarjeta con su nombre, Vito Andolini, pero el funcionario que le tocó no entendía bien el nombre y por apellido lo incribió con el nombre de su pueblo, Corleone. En la escena siguiente se ve al infante siciliano en una celda de cuarentena.
El centro o lazareto de la isla de Ellis estuvo en funcionamiento desde 1892 hasta 1954 en que cerró sus puertas. Se estima que por allí pasaron en ese período unos 12 millones de inmigrantes, casi todos de paises europeos.
Se da el caso que Golda Meir, que fue primera ministra de Israel entre 1969 y 1974, y nacida en Kiev (Ucrania) entró con su familia en EE.UU. por la Isla de Ellis. Años más tarde se trasladaría a vivir a Israel. Pues bien, Golda Meir diría años más tarde que el viaje al pais norteamericano fue como «ir a la luna». El impacto para un inmigrante de pasar de cualquier aldea europea al mismo Nueva York debía de ser realmento importante.
Pero los inmigrantes europeos ya sufrían el primer control en los puertos de origen, ya que las navieras no querían que los que iban no fueran válidos para trabajar y fueran devueltos, ya que tenían que hacerse cargo de los repatriados. Los viajeros que iban en tercera clase (los de primera u segunda clase estaban exentos) pasaban control sanitario y otro personal sobre mínimos conocimientos, o si estaban perseguidos por la justicia y por supuesto si tenían con ellos el minimo de 25 dólares, cantidad sin la cual no podían entrar en EE.UU.
Una vez en la Isla de Ellis los inmigrantes eran recibidos por hombres uniformados que les daban órdenes que la mayoría no entendían (salvo británicos e irlandeses), así que se limitaban a seguir en fila y hacer lo que los demás hacían. Una vez en el gran vestíbulo que era la Sala de Registros los médicos ya empezaban a observarlos buscando algún síntoma de enfermedad física o mental y los iban marcando con una letra en su cartilla según el tipo de problema.
Cuando tocaba la inspección médica formal los inmigrantes eran llamados y examinados. Los problemas visuales (sospecha de Tracoma) y cardiacos eran causa segura de rechazo. Los que no eran rechazados pero tenían algún problema físico o bien eran enviados a un local de cuarentena o al hospital anexo.
En este hospital murieron unas 3.500 personas pero nacieron 350 niños. La mayoría de los relatos de los inmigrantes que pasaron por el hospital demuestran que el trato que recibían allí era bueno, lo que habla bien de los médicos y enfermeras que trabajaron en él. Se estima que 1.220.000 personas pasaron algún tiempo en el hospital de la isla de Ellis.
Los inmigrantes que superaban el control médico recibían en sus cartillas la palabra «PASSED» y accedían entonces a la criba de control legal y mental. En éste último los médicos observaban gestos y respuestas físicas buscando algún desorden psicológico. Los que no pasaban esta prueba eran separados para un análisis posterior más profundo.
Después de 1917 los recién llegados debían ser capaces de leer un texto de 40 páginas en su lengua materna. En estos casos los intérpretes de esos idiomas daban por pasada la prueba aunque los inspeccionados recitaran un Padre Nuestro o la oración que recordaran en su lengua.
Pero además de todos estos controles aún faltaba la criba legal. Las preguntas eran sencillas y versaban sobre la nacionalidad, lugar de nacimiento, el dinero que traían con ellos, etc. Como dijimos antes si no venían con 25$/persona no podían pasar.
Un proceso común era inscribir a los inmigrantes con un nombre de pila que sonara a inglés y el apellido con su lugar de nacimiento. Una vez superadas todas las pruebas el inmigrante recibía un pequeño libro en su lengua materna, donde eran informados de sus derechos y obligaciones en su nuevo país. Después de eso embarcaban en el ferry que los dejaría en Nueva York o Nueva Jersey.
Pero también sucedía en caso de niños. mujeres y ancianos que debían esperar a que algún familiar o amistad los reclamase. Parece ser que unos 250.000 de los llegados fueron retenidos y devueltos a sus paises. Los inmigrantes que superaban los controles entraban en su nuevo país para llevar a cabo «su sueño americano».
Se estima que hoy en día unos 100 millones de estadounidenses proceden de aquellos 12 millones que pasaron por la isla de Ellis.
Desde 1990 una parte del hospital de complejo de Ellis está convertido en Museo de la Inmigración. El que suscribe estuvo en este museo y puedo decir que merece la pena verlo, porque una vez alli uno casi llega a ponerse en el lugar de los recién llegados.
En el Gran Vestíbulo existe un gran libro de la época donde los visitantes pueden buscar el apellido de sus familiares que pasaron por allí.
Desde esta tribuna de VIGOÉ recomendamos que este museo sea visitado por algún técnico de nuestra Autoridad Portuaria para inspirarse y poder hacer algo parecido en nuestra ciudad.