El trabajo de los estibadores del puerto es un trabajo difícil, agotador, muchas veces ingrato, pero muy bien remunerado; en opinión del resto de los españoles, demasiado bien remunerado, excesivamente remunerado. Cuando en España hay muchos miles y miles de personas contratadas en precario, ganando por debajo de lo necesario para vivir con dignidad, explotadas por unas condiciones laborales salvajes donde en muchos casos se cobra por menos horas de las que se trabaja…; en fin, hablamos de la realidad, hablamos de una inmensa mayoría que sueña con llegar a cobrar algún día la mitad anual de lo que cobran ellos, los estibadores, pero quizá les resulte más fácil acertar una quiniela millonaria.
Los estibadores cobran mucho más que los licenciados y los doctores universitarios, más que muchos médicos y cirujanos, muchísimo más que el profesorado, muchísimo más que las Fuerzas de Seguridad del Estado, que los bomberos, que muchas profesiones de enorme responsabilidad o tanta, por lo menos, como la de ellos, los estibadores del puerto.
Sus sueldos y emolumentos derivan de una época en la que cobraban por unidad de peso, cuando tenían que transportar la carga sobre sus propios hombros. Pero los tiempo han cambiado. Las máquinas han venido para ayudar y son capaces de cargar más peso y de hacer el mismo trabajo en menos tiempo, de un modo más eficiente, más cómodo y más seguro. Sin embargo, las tarifas han permanecido vigentes, seguramente porque quienes tenían la responsabilidad de remediarlo a tiempo no se atrevieron a enfrentarse y corregirlo. Y de aquellos polvos vienen estos lodos, como tantos otros en este país. Y así las cosas, España se va paralizando ante las amenazas de un grupo de trabajadores que cobran sueldos millonarios y que tienen acorralado al gobierno contra las cuerdas.