Es tal el abandono desde hace más de dos años de las pistas y del gimnasio de la instalación que si Dinoseto y sus congéneres de especie pastaran por allí, recordarían con pavor los violentos cambios geológicos que dieron paso al cretácico y a su extinción. Como contrapartida nadie les molestaría con los selfies ni subiéndose a su grupa, puesto que son pocos los dispuestos a pagar por utilizar la única pista en precario estado de uso, aunque recién pintada (eso sí). El resto, cerrado con una cadenita plástica y lleno de cubos y fregonas que hace mucho tiempo que han dejado de recoger humedades.
Es comprensible que el empeño de Caballero por que vivamos en una ciudad hermosa no puede llegar a todas partes y aunque asciende por escaleras mecánicas y elevadores verticales no siempre baja al subsuelo de los centros deportivos. Por eso y porque el alcalde no es ubicuo -aunque es probablemente lo humano que más se le parece- agradecerá que le señalemos este y otros problemas y aprovechemos para recordarle que las nuevas inversiones no deben hacer olvidar el mantenimiento y rehabilitación de las infraestructuras existentes, sobre todo si -como es el caso- redundan positivamente en la salud y el sistema cardiovascular de los vecinos y vecinas. Con mayor motivo si, como apunta, el gasto en comparación con otros creativos proyectos, sería pecata minuta.