El Partido Popular demuestra que vive en otro lugar, en un mundo aparte, incluso en otro planeta. La realidad cotidiana es bien diferente de la percibida por el presidente del Gobierno, que empieza a ver ciertos progresos en la economía nacional y se atreve a aventurar unas tasas de crecimiento que no resultan creíbles. El señor Rajoy debería bajar más a la calle y no encerrarse en sus despachos, y mucho menos rodearse exclusivamente de quienes le palmean la espalda con beneplácitos interesados. La calle sigue pasando hambre, sigue habiendo una tasa de paro intolerable, y el empleo que se está creando al amparo de las nuevas legislaciones es un empleo en precario, con unos salarios que son un insulto y con unas condiciones inhumanas que se acercan a la esclavitud. Existen muchas personas que trabajan el doble de horas de las contratadas cobrando un salario mínimo. Existen, también, muchas personas que han tenido que darse de alta como autónomos para poder ofrecer sus servicios profesionales a empresas que no se arriesgan a contratar a nadie pudiendo eludir los riesgos que conlleva esa relación contractual; qué mejor contratar el personal con una ETT, o directamente con un trabajador —-muchas veces con formación especializada—- que factura como autónomo. Estas condiciones laborales permiten que la empresa disponga de trabajadores en todo momento sin importar bajas laborales por cualquier motivo, incluidas las debidas a maternidad o enfermedad, y mucho menos por absentismo laboral o huelgas. Así las cosas, quien no pueda trabajar no puede cobrar.
Hace unos días encontré una antigua alumna de FP Química. Hace unos años, esta mujer había decidido reciclarse profesionalmente porque el mundo de la costura, que era su antigua profesión, no le reportaba un salario digno luego de trabajar denodadamente durante muchas horas al día. Puedo decir que fue una alumna brillante, pero la suerte —-las circunstancias del mundo laboral—- no le sonrió, como a tantas otras personas como ella. Al cabo de unos años he vuelto a encontrarla, como ya he dicho, y le pregunté cómo le iban las cosas. Me comentó que había tenido que hacerse autónoma para poder trabajar como representante de artículos de mercería, y que hace unos meses había tenido que someterse a una operación quirúrgica, pero tuvo que solicitar el alta voluntaria antes de tiempo porque si no trabajaba no cobraba. Su historia, como es lógico, me provocó disgusto e incomodo.
¿A qué le llama el señor Rajoy recuperación? ¿Qué parámetros está manejando que le alejan tanto de esta realidad cotidiana que ahora comento? ¿Por qué espera a las vísperas de una campaña electoral para hacer promesas que todos sabemos que son temporalmente interesadas y que luego, visto lo visto en su campaña anterior, habrá serias dudas de su cumplimiento? Todo es un conjunto de mentiras intolerables. El presidente Rajoy ha demostrado que no respeta a la ciudadanía, sino a las grandes empresas y a las entidades bancarias; esos grandes intereses lo tienen prisionero. El país, señor Rajoy, está hecho un desastre, siguiera a pie de calle, y basta echar una ojeada al sector laboral, a las pequeñas y grandes empresas, al sector educativo, al sector sanitario, a las industrias de tipo cultural… En fin, el relatorio sería demasiado extenso, mucho más que ese discurso interminable con el que usted nos aburre sobradamente cada vez que habla, ya sea personalmente o a través de una pantalla de televisión, cambia el medio, pero el tedio es el mismo. Lo único claro que se deduce de su discurso es que usted y su partido viven en otro planeta, un planeta que ustedes preferirían inanimado, donde todo el mundo asintiera y aplaudiera. Pero no es así. ¡Váyase, señor Rajoy!