Las Cíes… de frente.
Vigo ha vivido amargas polémicas ciudadanas durante la transición democrática, algo que hay que considerar como sano y normal en el ejercicio de la Democracia, que en parte viene motivado por la diversidad de origen y de clase de sus habitantes.
En los primeros años del siglo pasado, Vigo apenas contaba con poco más de 10.000 habitantes, pero en los años veinte, ya se anunciaba como la ciudad de mayor crecimiento del Estado español, gracias a la arribada de emigrantes y a la pujanza de su industria, de ahí su diversidad y la dificultad para encontrar vigueses de segunda o tercera generación.
En el año 1.982 estalló en Vigo una agria polémica en torno a la rehabilitación del Teatro García Barbón, que enfrentó a buena parte de los vigueses, cuando la entidad de ahorro local se hizo cargo del edificio, ya que sus propietarios no podían mantenerlo.
La polémica estaba atizada por un sector de jóvenes arquitectos, embarcados en una cruzada conservacionista, que jamás pusieron en práctica en sus obras y que tiene como ejemplo la Psicodélica sede de su Colegio Profesional en el centro de la ciudad.
Para esa batalla campal, se movilizó a gente de todos los puntos cardinales y de todas las disciplinas habidas y por haber, con el empeño de impedir la ejecución del proyecto del arquitecto local Desiderio Pernas.
Desiderio Pernas, fue uno de los arquitectos más importantes de Vigo en el siglo XX, alumno de Mies van der Rohe, fue autor de numerosas obras de su ciudad natal, muchas de las cuales se han convertido en su seña de identidad.
El debate es la mejor gimnasia en democracia
La polémica desatada entonces y en la cual participé de forma directa, pues a la sazón era vocal de urbanismo de la AA.VV. del Casco Vello de Vigo, (Casco Histórico), encubría a mi modo de ver, una buena dosis de resentimiento personal y no poca envidia mal sana, por el hecho de que la Caja de Ahorros Municipal de Vigo, encargara el proyecto de rehabilitación a Desiderio Pernas.
Desiderio Pernas procedía de una familia de constructores vigueses, que formaba parte de la oligarquía local, gentes vinculadas al centro derecha y por tanto enemigos de clase para aquellos jóvenes arquitectos hijos de modestos trabajadores, acompañados de seudo izquierdistas, que terminaron aburguesados.
Muchos de aquellos que participaron y atizaron la polémica, duermen bajo sábanas blancas de satén, otros alcanzaron el cielo y el codiciado sillón de funcionarios y el resto se hundió en el anonimato de su mediocridad profesional.
La polémica en cuestión era absurda, era un globo inflado artificialmente, por diversos grupos sociales y personas que esperaban obtener la notoriedad suficiente para sus fines particulares, todo esto sucedía al comienzo de la Transición, cuando unos y otros se daban codazos para alcanzar el Poder.
30 años después el Barco de Alfageme, sustituye al Teatro García Barbón, el escenario es el mismo, los protagonistas, son los herederos de las mismas aspiraciones, alcanzar la notoriedad camino del Poder… o la corona de laureles.
Hoy, doy por seguro que muchos de los que participaron por aquel entonces en la polémica del Teatro García Barbón, no piensan lo mismo y están tan orgullosos de la obra como lo estuvo Desiderio Pernas.
ARTÍCULO ORIGINAL EN BLOG DE GLOBEDIA