En la sanidad pública —como en algunos otros servicios públicos— existen numerosos sumideros económicos que son los que realmente sobrecargan los gastos. Pero lo que constituye el principal problema, sobre todo, son las decisiones erróneas y las gestiones mediocres que no aprovechan los recursos y que en muchas ocasiones obstruyen el trabajo cotidiano de quienes realmente intentan hacer funcionar el sistema, que es el personal sanitario que está en la primera linea frente a los pacientes, unos trabajadores sobre los que no deben caber dudas en cuanto a su profesionalidad y dedicación. Además, cuando se habla de los problemas de la sanidad pública, estratégicamente, siempre se aprovecha la oportunidad para denostar la sanidad concertada como si ésta fuera la culpable de los males que afectan a la primera, de un modo injusto y sin fundamento. Esa es mi opinión y también la de muchos miles de ciudadanos, por eso considero que resulta clarificador el sucinto relato de mis experiencias personales con la sanidad concertada, sin menosprecio, por supuesto, de la sanidad pública.
Hace unos años he vivido una experiencia hospitalaria en Povisa (Policlínico Vigo, S.A.), entidad sanitaria concertada y en la que pude comprobar en primera persona no sólo la capacidad profesional del personal sanitario y el éxito de su trabajo en equipo, sino también la gestión privada de fondos públicos, que es, en realidad, lo que implica la sanidad concertada. De no ser cierto lo que afirmo no hubiera podido escribir este artículo, pues una rotura espontánea del bazo estuvo a punto de costarme la vida. Sin embargo, una acertada coordinación entre el Servicio de Urgencias, dirigido por el doctor Martín Joven, con el Servicio de Radiología, consiguió dictaminar correctamente y en poco tiempo lo que me estaba ocurriendo. De inmediato, y con la urgencia que requería la situación, debido a la gravedad, puesto que ya había perdido tres litros de sangre, un equipo quirúrgico bajo el mando de la doctora Otero consiguió atajar el problema. Está claro que les debo la vida a ellos en particular y también a todo el personal que integra la plantilla de Povisa, a cada trabajador en el cometido de la responsabilidad que le compete y con el adecuado manejo de los medios tecnológicos con los que cuenta el hospital. Es algo que no olvidaré y que agradezco.
Pero la pasada Semana Santa tuve que volver a estar ingresado como consecuencia de un absceso periamigdalino, una afección de garganta aparentemente sin importancia, pero que puede tener consecuencias trágicas si no se aborda de un modo adecuado y que, en muchas ocasiones, como fue mi caso, necesita hospitalización para realizar un tratamiento intravenoso. En esta ocasión estuve vinculado al Servicio de Otorrinolaringología y allí me atendió la doctora Martínez, la doctora Pazo, y el doctor González Prado, y los tres realizaron una labor muy eficiente. Pero esa eficiencia y amabilidad también es extensiva a todo el personal de la segunda planta del hospital, pues tuve ocasión de observar con detenimiento el buen trato personal que se le dispensaba a todos los pacientes sin excepción, la eficaz atención clínica de los médicos, el exquisito trato y trabajo del personal de enfermería y del personal auxiliar de clínica, resultando todo ello fundamental en una hospitalización de calidad, pero sin olvidar, tampoco, el buen hacer de todos los servicios complementarios, como es el servicio de limpieza y el de hostelería. De todo ello puedo dar fe. E incluso durante esa semana pude observar algunos momentos de gran sobrecarga de trabajo, puesto que la vida hospitalaria no tiene paralelismo con el trabajo fabril y pueden presentarse grandes e inesperados picos de actividad, y, como digo, incluso en esos momentos difíciles todo el mundo trabajaba con actitud amable y con la mayor dedicación y eficacia, solventando cualquier problema y sin que los pacientes vieran mermada la atención personal.
Está claro, por lo tanto, que en sanidad existen grandes profesionales en todos los campos, por encima de las diferencias que algunas personas se empeñan en establecer entre la sanidad pública y la sanidad pública concertada, ambas totalmente gratuitas para el paciente. La eficacia de los profesionales sanitarios no suscita ninguna duda en ningún caso. Porque lo que realmente se debiera valorar es la eficacia de cada sistema en su conjunto, el puramente público y el concertado. Sin embargo, en el sistema público se acostumbra a realizar grandes inversiones de cara a la galería cuando luego, en ocasiones, los pacientes ni siquiera tienen sillas donde sentarse. En cambio, la gestión del sistema concertado suele ser acertado en todos los frentes: en el trabajo en equipo del conjunto de todos los trabajadores, en las inversiones en dotaciones siempre que resulten necesaria para el sistema, en aquilatar los presupuestos, y en la actualización constante de la oferta sanitaria. Todo esto ha propiciado, por ejemplo, que Povisa sea el primer hospital de Galicia y el mayor de España que ha conseguido obtener la acreditación sanitaria más prestigiosa del mundo, la “Joint Commission International”.