Detrás de esta situación actual existen intereses muy diferentes, ya sea por la competencia de empresas extranjeras que fabrican a bajo precio porque la mano de obra es más barata, o porque reciben subvenciones que se lo permiten; por la nefasta gestión de sus dirigentes; o ya sea, quizá, por la existencia de intereses inmobiliarios en sus enormes terrenos, muy bien ubicados junto al mar… Sea como fuere, las circunstancias que se están viviendo son muy preocupantes. Téngase en cuenta que la ciudad de Vigo, en la actualidad, se apoya en tres pilares fundamentales, todos con igualdad de importancia: la pesca y sus derivados, la construcción naval, y la automoción. Sin menospreciar, por supuesto, al conjunto del comercio, que genera una importante bolsa de trabajo. Por eso conviene recordar brevemente la historia de ambos astilleros, que nacieron de la iniciativa y del empuje de unas personas con enorme capacidad de trabajo y con la austeridad suficiente para que ambas empresas crecieran con firmeza y se abrieran paso en un terreno tan competitivo como es el de la construcción naval.
Por una parte, las Factorías Vulcano, que fueron fundadas por Enrique Lorenzo y su socio francés Ludovico Morlon en el año 1919, aunque no comenzaron su andadura en el diseño y fabricación de barcos hasta el año 1927. La empresa se inició con un taller de reparación de calderas, especialidad en la que siempre ha destacado con gran nivel de calidad a lo largo de su historia. El nombre de Factorías Vulcano proviene de una antigua fundición que existía en las proximidades de uno de sus emplazamientos iniciales, aunque luego se ubicó definitivamente en el barrio de Teis, hasta la actualidad. Factorías Vulcano fue creciendo y consolidándose gracias a una enorme austeridad y sacrificio en sus comienzos, y siempre ha sido sinónimo de calidad en la fabricación de calderas y de barcos. De su trabajo y riqueza no sólo se han beneficiado sus propietarios y su plantilla de trabajadores, sino también el barrio de Teis y la propia ciudad de Vigo. El astillero sufrió y superó varias crisis. En los tiempos de mayor bonanza la plantilla alcanzaba los mil empleados, pero en la actualidad no llega a la centena de trabajadores, un número demasiado bajo para ejercer la presión necesaria y reclamar la atención y la ayuda que necesita la empresa. Todo hace pensar en una mala gestión acompañada de los embates de las crisis del sector, y quizá, además, de suculentos intereses urbanísticos, pues en estos tiempos resulta mucho más rentable la explotación urbanística que las empresas del naval, todo es cuestión de presionar adecuadamente para conseguir las recalificaciones necesarias.
Por otra parte, Astilleros Barreras es el nombre actual del original Astillero Hijos de J. Barreras. Actualmente es propiedad de la petrolera mexicana Pemex. La fundación se remonta al año 1892, cuando Esperanza Massó Ferrer y los hermanos Francisco y José Barreras Massó pusieron en marcha la empresa naval como complemento a su actividad conservera. La empresa comenzó con un taller ubicado en la calle Colón que estaba dedicado a la instalación de motores para barcos. A los pocos años deciden iniciar la construcción naval, dedicándose a la fabricación de pequeños barcos a los que se les dota de motores de vapor en sustitución del tradicional velamen. Con el paso del tiempo algunas acciones van cambian de manos dentro de la familia Barreras. Sus diseños dan lugar a los llamados “buques de vapor tipo Vigo”. En el primer cuarto del siglo XX la factoría alcanza un gran nivel de calidad reconocida incluso en el extranjero, y su plantilla llega a los cuatrocientos empleados. El crecimiento resultaba imparable, lo que motivó el traslado del astillero hasta su ubicación actual, en Coia, en la Avenida de Orillamar. Durante décadas, el Astillero Barreras fue cosechando éxitos gracias al trabajo de su plantilla y a la buena labor de sus gestores, hasta que las crisis del sector y la presión de la competencia internacional van frenando su empuje y su actividad. Finalmente, la puntilla la puso una nefasta gestión en los últimos tiempos, acompañada de la drástica bajada de los precios del petróleo, que obligó a Pemex a cancelar sus inversiones.
Esta es la síntesis histórica de un desastre que afectará, sin duda alguna, a la estabilidad económica y laboral de toda la comarca de Vigo, e incluso a Galicia. El tiempo dirá si la situación de estos dos gigantes históricos de la construcción naval de la ría de Vigo son consecuencia exclusiva de las crisis del sector naval, de la malas gestiones de sus dirigentes, o si obedecen a otro tipo de intereses. Por lo pronto, las principales víctimas son sus propios trabajadores, mientras otras empresas navales de Galicia todavía consiguen mantenerse a flote con encargos tan exclusivos como el que muestra la fotografía, el catamarán “Hodor”, construido por los Astilleros Armón, de Burela.