Como la voz del burro, que no deja indiferente a nadie, las manifestaciones de Aznar nunca pasan inadvertidas y llegan a sorprender incluso a quienes conocen de sobra su afán de atesorar minutos de gloria. El ex presidente del Gobierno es un experto gestor de sus silencios y de sus perladas manifestaciones, con las que obsequia especialmente a sus compañeros y compañeras de partido, con cariño especial para Mariano Rajoy.
Sin ir más lejos, esta semana el presidente de honor del Partido Popular ha anunciado que renuncia a tan alta representatividad, sin acritud, mire usted. Antes, con la serenidad que le caracteriza, ha llamado por teléfono: “Mariano, tenemos que hablar”. Se va para garantizar su independencia, una vez ¿desvinculada? FAES –fundación que preside- del PP. Las excusas son las típicas en una relación de doce años de desgaste, se perdió la pasión, ya ni nos hablamos, no eres tú soy yo, no quiero hacerte daño, quedamos como amigos.
Pero de lo que dice y, sobre todo, por cómo lo dice, todo apunta a un divorcio doloroso y una nueva era cuajada de resentimientos y reproches. No en vano, aunque la época más frecuente de rebuznos es la del apareamiento -en primavera-, el asno salvaje rebuzna más fácilmente en combate.