A edad temprana emigró a Cuba, donde inició varios negocios que resultaron un éxito, acumulando una gran fortuna. Luego, a su vuelta a Galicia, favoreció a su población natal, Verín fundando el balneario de Cabreiroá, y derrochó generosidad con la ciudad de Vigo, donde decidió pasar los últimos años de su vida hasta su fallecimiento, en el año 1919, siendo enterrado en el cementerio de Pereiró,
Entre sus numerosas donaciones a la ciudad de Vigo destacan las fincas por donde actualmente transcurre el trazado de la avenida que lleva su propio nombre, y donde existe una estatua que conmemora su recuerdo y generosidad. Precisamente, frente a esa estatua estaba hace años la puerta de entrada a su vivienda, en una enorme finca llamada “Vista Alegre”, que tenía un portalón metálico de doble hoja en la puerta principal. Desde la entrada, un ancho camino subía por la finca donde se encontraban tres grandes palacetes de estilo colonial, rodeados de una frondosa vegetación cuidada con esmero, e incluso con un lago artificial que era navegable con una pequeña barca. En un lateral de esa finca estuvieron durante muchos años las instalaciones de Club de Campo, antes de que fueran trasladadas a la zona de O Vao. Pero aquella finca paradisíaca ya no existe como tal, y en los terrenos se alzan varios edificios cuyo conjunto lleva el mismo nombre que la finca original.
En otro de los extremos de la avenida de García Barbón, haciendo esquina con la calle Pontevedra, está la Escuela e Artes y Oficios, un soberbio edificio que también fue donado por García Barbón, con la condición de tener una finalidad pedagógica, para que toda la ciudadanía pudiera acceder a la formación artística y al conocimiento de diferentes oficios.
Y un poco más adelante, ya en la calle Policarpo Sanz, cuyo nombre se debe a otro de los benefactores vigueses con quien le unió una gran amistad desde los tiempos de la emigración cubana, se encuentra el teatro García Barbón, que, en realidad, fue construido originalmente hacia finales del año 1900 por un grupo de vigueses con la pretensión de introducir el teatro y la ópera en la ciudad. Al cabo de poco tiempo el proyecto quebró y García Barbón se hizo cargo de su continuidad. Pero un año más tarde del fallecimiento de García Barbón, un incendio arrasó el edificio. Sus descendientes decidieron continuar su labor encargándole la construcción de un nuevo teatro al arquitecto Antonio Palacios, edificio que llega hasta nuestros días con alguna remodelación posterior.
El teatro García Barbón no sólo sirvió para representaciones teatrales y obras de ópera, sino que durante años también fue una acreditada sala de conciertos y de cine. Con el tiempo, en la parte posterior del edificio se habilitó una sala de menores dimensiones que sirvió durante años como cine, el cine “Rosalía de Castro”, donde, anecdóticamente, al final de los años sesenta se proyectó una película sueca que en realidad era un documental de corte formal sobre sexualidad, y que en la España de aquellos años tuvo un éxito arrollador entre nosotros, pues trataba temas que entonces eran tabú. Y también conviene recordar que durante muchos años, en la parte frontal del García Barbón estaban las instalaciones sociales del Casino, sociedad que acogía las familias más influyentes de la ciudad.
En los años setenta del pasado siglo veinte, la entonces —y cada vez más añorada— Caja de Ahorros Municipal de Vigo adquirió el inmueble con objeto de dinamizar la actividad cultural del mismo. El arquitecto vigués Desiderio Pernas se hizo cargo de la remodelación, ubicándose una gran biblioteca de uso público en el piso superior, y varias salas de conferencias y exposiciones, comenzando, así, una larga trayectoria de apoyo a la cultura viguesa deste todos los frentes, un apoyo de la Caja de Ahorros Municipal de Vigo que también es justo recordar, reconocer, y agradecer.
Finalmente, la entidad bancaria que sustentaba los principales pilares de la vida cultural de la ciudad de Vigo y que, al mismo tiempo, dinamizaba con todo tipo de créditos y gestiones económicas la industria y el comercio de esta urbe, e incluso la vida de miles de ciudadanos vigueses, sufrió profundas transformaciones como consecuencia de la crisis económica y de intereses políticos ajenos a la ciudad, y luego de pasar por varias titularidades, aquella entidad se ha convertido actualmente en Abanca, que es la que ostenta la titularidad, entre otras singulares edificaciones y fincas, del edificio García Barbón, un símbolo histórico vigués que no debe renunciar, bajo ningún concepto, al nombre de quien tanto hizo por la ciudad de Vigo: José Manuel García Barbón. Porque, tanto la eliminación de ese nombre legítimo, como su modificación o el añadido de cualquier postizo, resultaría una manifiesta demostración de insensibilidad y respeto con la ciudad de Vigo.