La celebérrima frase de Lola Flores es conocida por todos y no tiene parangón a la hora de invocar la retirada en nombre del amor. Sin acudir a grandes aforismos filosóficos o frases históricas, esta es la que clama el entorno del PP, a voz en grito en la calle o a media voz entre susurros o silencios cómplices en las filas del Partido Popular. Luego están los que callan, que ya sabemos que otorgan. Y los que piden lealtad para Casado tendrán pan para hoy pero hambre para mañana.
El líder de pies de barro no lo sabe, pero hace tiempo que no se sostiene. Su guardia pretoriana trata de protegerle sin éxito. Cada decisión tomada para consolidarle al frente de la formación ha sido un fracaso. Ni la barba ni el discurso y los planes errados de Teodoro pueden sostenerle más. Enfrentarse a Ayuso y echar mierda al ventilador de la casa ha sido la gota que ha colmado el vaso. La presidenta de Madrid sufrirá por la herida provocada por la puñalada trapera de su jefe, pero seguramente saldrá sacudiéndose del vestido el polvo de la sombra de la presunta corrupción o el tráfico de influencias. Si no sale reforzada, resistirá al menos en su feudo, entre los que la ven como lideresa sexy y audaz, o le cantan Presidenta.
Pero Pablo Casado no tendrá esa suerte ni la de Sánchez, que se descojona, con perdón de la utilización de una expresión que es la única que me parece a la altura de la situación. Debe ser duro enfrentarse a una realidad tozuda que te dice que ni la presidencia del Partido ni mucho menos la de España está hecha para ti. Que a pesar de verte engalanado con las prendas del éxito, en realidad estás desnudo frente al espejo. Tal vez tenga que ser Feijoo quien le diga “a ver cando caes da burra“ y “marcha, que tienes que marchar”, filliño. Podemos cerrar -ahora sí- con una frase de altura, de Mario Benedetti: “Se despidieron y en el adiós ya estaba la bienvenida”. Que pase el siguiente.