Antes de nada, no me resisto a señalar que el peor ministro sanitario de la democracia, que se va con el récord de ¿80?, ¿90? ¿100.000? muertos Covid, tenga el nombre de Salvador. Es una jugarreta del destino.
Pues sí, D. Salvador, el ministro filósofo que cayó en Sanidad solamente para salir en televisión de cara a las elecciones catalanas y ser algo conocido, se va ahora para triunfar en su nacioncita y arreglar el desastre del autogobierno catalán de estos últimos años. Como en política los milagros no existen, no le arriendo la ganancia.
De todas formas, después de ver lo poco que ha dado de sí el candidato Illa en Madrid, parece mentira que ahora al volver a Cataluña no lo pongan de patitas en la frontera de la Junquera. O sea que el ser un desastre en la gestión ministerial supone un aval de cara a las elecciones regionales. Esto dice mucho del lodazal político que es hoy Cataluña con su sociedad absolutamente podrida.
Han dicho de D. Salvador que es un hombre tranquilo, educado y culto. Lo de culto lo ignoro, lo de educado y tranquilo puede ser, pero me parece muy poco bagaje para dirigir un ministerio y menos para pilotar una monumental crisis como la actual.
Si vamos a sus declaraciones de estos meses fatídicos podemos ver que por ejemplo el 27 de agosto pasado D. Salvador decía: «Nada hace pensar que tengamos que volver a una situación como la de marzo». O también el 27 de diciembre del 2020 el ministro precisaba respecto a la vacunación: «Es el principio del fin de la pandemia, pero que nadie se relaje». Formación sanitaria no tenía pero poder adivinatorio tampoco.
Y un detalle que me parece especialmente grave, es que el señor Illa se va sin convocar ni una vez el consejo asesor de Sanidad en diez meses de pandemia, cuando ese consejo tiene como misión: «Asesorar e informar a la persona titular del Ministerio de Sanidad sobre los aspectos científicos, éticos, profesionales y sociales que puedan tener incidencia en la formulación de la política sanitaria».
Es decir, que un ministro de Sanidad lego en la materia, no echó mano de los profesionales del sector y científicos que le podían aconsejar para tomar las mejores decisiones en esta crisis.
Esto muy dificil de entender. Entonces, ¿en qué basaba sus determinaciones que iban a tener especial incidencia sobre la vida de tantas personas? ¿Lo echaba a suertes? ¿Se apoyaba en alguna bruja? ¿O directamente tiraba del sectarismo socialista que todo lo arregla? Yo creo que fue esto último… y salió como salió, con muchas decenas de miles de muertos.
Ahora el señor Illa se ha ido manifestando: «No me arrepiento de nada de lo que he hecho». Debe ser la superioridad moral de la izquierda española que como nunca se equivocan no se les puede decir nada.
De todas formas, sospecho que alguno de esas decenas de miles de muertos de sus estadísticas le va a impedir dormir a pierna suelta al exministro. Aquí tampoco le arriendo la ganancia D. Salvador.