Esta misma mañana, hace apenas unas horas, en el transcurso de la grabación de unas entrevistas, tuvimos ocasión de comentar algunas lecturas de la militancia estudiantil en los primeros setenta.
Así se fueron desgranando autores y títulos más frecuentes de lectura obligada, bien fueran en resúmenes y charlas de formación, bien en lectura íntegra para los más aplicados. Podemos decir que algunas lecturas eran comunes para iniciarse, tal era el caso del Manifiesto Comunista de Marx y Engels, Trabajo asalariado y Capital o Salario, precio y ganancia de K. Marx. Ahí se asentaban las nociones de Plusvalía, de clase y lucha de clases.
De Lenin, dos textos referenciales, El estado y la revolución o El imperialismo, fase superior del capitalismo. Si de Stalin, El marxismo y la cuestión nacional. De Mao, las Cuatro tesis filosóficas o el Libro Rojo. También, los » best sellers» militantes de Marta Harnecker sobre el materialismo histórico y el curso de filosofía de Politzer.
Parece constatado, que la mayor proliferación de grupos y partidos eran prochinos o albaneses, y sus fijaciones eran la larga marcha, el Foro de Yenan y la Revolución Cultural. En algunos de estos grupos la lectura de Louis Althusser o Paul Sweezy era frecuente. Otros autores Maurice Dobb o Nicos Poulantzas.
Lecturas casi privativas de troskos eran El Programa de Transición de Trotski, manifiesto fundacional de la Cuarta o la Revolución Permanente. Los escritos de Ernst Mandel integraban el acervo de lecturas militantes del trotsquismo del Sectetariado Unificado de la Cuarta, una de las tendencias más nutrida e influyente de la posguerra, tras el asesinato de Trosqui en Agosto de 1940 y con posterioridad al fin de la segunda guerra mundial.
El Sempre en Galiza de Castelao era una lectura imprescindible. Por supuesto, esta no es una enumeración exhaustiva ni mucho menos, ni tampoco lo pretende. Aunque convenimos que sin formación la militancia hubiera sido un pollo sin cabeza, también tenemos claro que en las circunstancias de clandestinidad de aquelllos años setenta apremiaba la acción.
Tanto así que recordemos algunas cabeceras de las organizaciones ilegales: la del FRAP, «Acción», sin más, directa y dabondo expresiva; la de la LCR » Combate» ; finalmente, la de la ORT, «En lucha».
En todas consta una apelación directa a la acción. De cierto, nuestras organizaciones no eran clubes filosóficos. Una cosa es enunciar teoremas y otras hacer política organizada en clandestinidad. De la teorética a la pragmática, la política se ve impelida y absorta por la pragmática.
Estas breves y apresuradas líneas están dedicadas a toda la militancia que algún día fue, a nuestro movimiento estudiantil de medias y específicamente a quienes hoy acudieron a la sesión de grabación: Senén Vaamonde, Lidia del Río, Rita Pérez, Manuel Forcadela y Enrique Parcero.