Era el Vigo de la madrugada, era el Vigo de los sesenta que proyectó sus sombras nocturnas hasta bien entrados los ochenta o hasta ahí lo quiero recordar.
Era el Vigo de los cabarets y de las copas, de las güisquerías y de los reservados con pista de baile. Era el Vigo del Fontoria, del Brasil, del Máster o de las Grutas en la Alameda o sus aledaños, del Riomar, allá por Muíños, desembocadura del río Lagares en las aguas del Atlántico, de camino, haciendo parada en el Balneario. Del Tom Jones en la Avenida del Aeropuerto o del Lady Hamilton por la Travesía, más tarde del Jonathan en Samil, de la misma empresaria, Karina Falagan.
Más o menos por las mismas fechas en que los Beatles se daban a conocer en The Cavern, en Liverpool, en Vigo abría sus puertas el Toni’s Club, en la calle Doctor Cadaval, a pocos metros del Piccolo, del mismo propietario por entonces, comienzos de los sesenta, tal vez año 62. Era un local donde se bebía, se jugaba, se cantaba y a veces se formaban unas broncas fenomenales. Pero esta es la paleohistoria del Toni’s.
A partir del año 69 se hace cargo del local Eladio López Silveira, Lalo, imprimiéndole un giro muy personal con su arte canoro, acompañado de la guitarra. Lalo, en la década de los cincuenta había destacado como una voz nueva , con edad temprana, interpretando diversos palos y estilos musicales, pero adquiriendo maestría destacada en las ejecuciones vocales de temas de Antonio Machín, conocido por ello como el Machín Blanco.
En esos años participa frecuentemente en Radio Vigo, indicativo EAJ48, en el programa que por aquella conduce José Vázquez, llamado Fuente Clara, todos los jueves de la época. De ahí sale a actuaciones en el Teatro García Barbón, Cine Fraga o jornadas estivales en el Parque de Castrelos. Lalo recibe clases de guitarra del polifacético Pepe Barbosa, también muralista e impulsor de la Asociación de Montañeros Peña Trevinca.
Con estos arreos se pone al frente del Toni’s a finales de los sesenta y así en los setenta y ochenta, hasta los noventa; boleros, rumbas, guajiras, pasodobles, guaranías y otros dejes y músicas sonaban en la noche de alma canalla viguesa, la guitarra, cuerda y percusión, rasgueo, algún punteo y golpes rítmicos en el mástil y la caja.
El acompañamiento coral de los amigos y clientes, alguna voz solista o contracanto, el destilado de la magia de la noche viguesa en uno de sus santuarios iniciáticos. No sólo el canto también el recitado y la tertulia. Omitiendo muchos nombres, cito las presencias amigas de los hermanos Arturo y Fernando Rosendo, Gonzalo Gómez, Luis y Senen Vaamonde, Susana, Adolfo Lareo y tantos otros.
Finalizados los noventa, Carlos, hermano de Lalo, y conocido hostelero de la noche viguesa le sucede, prolongando la vida de ese pedazo de corazón vigués que es el Toni’s. En los próximos días, tras un merecido descanso, Carlos vuelve al oficio, franqueando las puertas al recuerdo con solera en el Toni’s, a pasos contados de la Porta do Sol.
Ahí nos vemos por las viejas querencias, en el culto a la penumbra en la que nos acarician las sombras, evocando el viejo bolero, con la novedad de una galería de fotos de aquellos que nos acompañan del otro lado del espejo.