Este pasado viernes, día 1 de diciembre de 2023, quedará escrito en la historia de la ciudad de Vigo como uno de los del tráfico más caótico. El atasco no era solamente de vehículos, sino también de personas que se movían por las calles del centro como una procesión multitudinaria y errática. Era imposible moverse con libertad porque la masa de gente lo impedía.
Los autobuses llegados principalmente de Portugal, donde era día de fiesta, abrían las puertas en la Gran Vía y en la Praza de España y vomitaban cientos de personas que se unían al torrente general. Pero ellos hicieron lo que hubiéramos hecho nosotros. Ellos no tienen la culpa. Bienvenidos sean.
La culpa la tenemos nosotros por no ser previsores. Seamos realistas y honrados, Vigo no tiene capacidad para absorber cientos de miles de personas en un solo día por encima de nuestra población habitual. Las soluciones -absurdas- llegaron al extremo de prohibir la circulación de tráfico rodado por la Gran Vía en dirección a la Rúa Urzaiz, tal como puede observarse en la fotografía, con lo que el atasco se produjo en dirección a la salida de la autopista de la Travesía de Vigo. Esa prohibición era algo así como aquello de “muerto el perro se acabó la rabia”, porque el atasco solamente cambió de sitio. Un poco de previsión, por favor.