La política española no volverá a ser la misma. La gaviota del Partido Popular ha perdido altura y ya no vuela con la misma alegría, como si el aire fuera de su única propiedad.
En el caso particular de Galicia, el Partido Popular ha ganado en muchas poblaciones del interior, en muchas aldeas y pueblos donde el voto es cautivo de un clientelismo practicado durante décadas; eso es algo que sabe todo el mundo, pero que nadie quiere denunciar por miedo a las represalias o, en muchos casos, por el propio beneficio de esa red clientelar. Sin embargo, no ha ocurrido lo mismo en las grandes ciudades, donde el sentido crítico ha impuesto su voto frente al abuso de una política con grandes dosis de incompetencia disimulada con palabras y gestos grandilocuentes, y llena de corrupción en todos los frentes. Admitamos, eso sí, que entre su militancia también haya gente honrada como en cualquier otro partido, pero eso no disculpa la corrupción de ninguna formación política, y lo del Partido Popular supera lo imaginable.
Las Mareas, Podemos, y demás partidos emanados directamente de las calles, han sido propiciados, precisamente, por la incompetencia y los abusos de los grandes partidos, ellos, en sí mismos, han sido la mejor publicidad de campaña para esos partidos emergentes; reconozcámoslo. Por otra parte, el acomodamiento al sistema también le ha valido la derrota a algunas formaciones históricas de izquierda, por no estar atentas a la voz de la calle y por haber colaborado, en muchos momentos, con esas mismas fuerzas mayoritarias a las que tanto se ha criticado por su despotismo y por su nepotismo.
En la ciudad de Vigo ha triunfado la razón y el reconocimiento a una labor municipal que no ha tenido un instante de descanso; que ha escuchado todas las necesidades planteadas solucionando la mayoría, si no todas; que ha embellecido la ciudad como nunca lo ha estado; que ha luchado denodadamente por defender los intereses de la ciudad incluso por encima de los intereses del partido que ostenta el poder municipal.
Lo más importante quizá sea el saneamiento de una economía municipal que es, en realidad, la de toda la ciudadanía viguesa. En la actualidad, las arcas municipales están libres de deudas como no lo han estado nunca. Ahora bien, ¿cómo es posible, entonces, que otros gobiernos municipales anteriores, que no han hecho ni siquiera la cuarta parte de lo que se ha hecho en esta legislatura, fueran endeudando cada vez más la economía municipal? ¿Dónde fue a parar ese dinero? ¿Quién o quiénes se lo han llevado? En el mejor de los casos, ¿dónde han ido a parar las responsabilidades de quienes lo han gestionado mal? Todo eso debería aclararse y exigir responsabilidades, porque con este gobierno sí ha quedado demostrado que a pesar de realizar una intensa y dilatada labor de modernización de toda la ciudad, la deuda municipal ha quedado prácticamente compensada. De no ser cierto el balance de cuentas, ya habría algún funcionario municipal que hubiera denunciado el engaño. Por lo tanto, debe admitirse que la deuda cero es un hecho cierto y constatable.
Es evidente que el apoyo que ha tenido Abel Caballero en las urnas es la consecuencia del conjunto de aciertos en la gestión municipal, sin duda, ha sido el mejor regidor municipal en toda la historia democrática de la ciudad.
La amplia mayoría absoluta del Partido Socialista de Vigo, con Abel Caballero al frente, le dará un mayor peso a la ciudad frente al gobierno autonómico y frente al gobierno central de Madrid. Asimismo, la Diputación de Pontevedra, con Carmela Silva al frente, será un enorme punto de apoyo para las reivindicaciones que tantos años llevamos planteando.
De continuar el mismo estilo de gestión, Abel Caballero se convertirá en el gran alcalde que durante muchos años anhelaba toda la ciudadanía viguesa. En las legislaturas anteriores, otros tuvieron la oportunidad de intentar cumplir ese deseo mayoritario —-alguno fue refrendado con mayoría absoluta y otros fueron alcaldes de rebote—- y no supieron, o no pudieron, o no quisieron hacerlo.
Carmela Silva, por su parte, también será una gran gestora en una Diputación de Pontevedra que, en mi opinión, necesita una profunda depuración, y en donde seguramente será necesario ponerse una máscara antes de levantar las alfombras. En ese organismo hace falta una gran limpieza, puesto que siempre estuvo en manos del Partido Popular y fue utilizada, igual que otros, como motor del clientelismo político. Carmela Silva sabrá cómo poner las cosas en su sitio y desde allí ayudar a la ciudad de Vigo para que ocupe el lugar que legítimamente le corresponde en Galicia y en España.
Finalmente, conviene resaltar que la aplastante mayoría de votos conseguidos por el Partido Socialista, encabezado por Abel Caballero, demuestra el clamor popular de la ciudadanía viguesa apoyando una gestión certera y honrada que encaja perfectamente con las palabras que figuran en la placa del olivo del Paseo de Alfonso XII: “…de su lealtad, de su amor, y de su abnegación por la ciudad amada”, palabras que definen certeramente la labor de Abel Caballero como un auténtico alcalde de la ciudad de Vigo.