El comercio y la hostelería de Vigo han rendido un gran homenaje al alcalde Abel Caballero por su iniciativa en la promoción de la Navidad de Vigo, y por la repercusión que ha tenido este acontecimiento multitudinario en ambos sectores. Personalmente, como vigués, estoy totalmente de acuerdo con el merecido reconocimiento, pero las luces también tienen sombras.
Las luces de Vigo han tenido una influencia muy positiva, sobre todo, en dos sectores totalmente vapuleados por la pasada -y casi olvidada- pandemia: la hostelería y el comercio, ambos con numerosos establecimientos cerrados por la imposibilidad de mantenerse a flote y con muchísimos puestos de trabajo perdidos. El invento de la Navidad de Vigo ha conseguido impulsar de nuevo la hostelería y el comercio creando cientos de puestos de trabajo y dando un necesario balón de oxígeno a esas empresas que tanto influyen en la economía de la ciudad y su área de influencia. Abel Caballero es el artífice y no se le pueden restar méritos.
Al cabo de los años, Abel Caballero se ha convertido en el mejor alcalde en la historia de la ciudad, es algo indiscutible. Ha conseguido que la ciudadanía de la ciudad olívica recupere un orgullo que había perdido a lo largo de varias décadas, ha puesto a la ciudad de Vigo en todos los mapas, se ha ganado a pulso el respeto de los ciudadanos, de propios y de extraños, e incluso muchas poblaciones desearían tener un alcalde como él. Todo un éxito.
Pero todas las luces tienen sombras, como he dicho, y esto no iba a ser una excepción. La Navidad de Vigo también tiene sus detractores porque las incomodidades para la ciudadanía son manifiestas, principalmente para los vecinos que padecen de cerca las aglomeraciones, los atascos interminables y los ruidos insoportables. Todo esto parece una exageración, sin embargo, es un auténtico calvario para quienes lo padecen y no tienen una alternativa para escapar: una casa en el pueblo o en la playa. A su vez, las atracciones que acompañan las luces tampoco han convencido a nadie salvo a los foráneos o a quienes viven alejados del centro, puesto que han convertido durante semanas a la ciudad de Vigo en una fiesta que no tiene mucho que ver con la Navidad -algunos la llaman ‘Vigolandia’-, aunque esos puestos de feria resulten económicamente muy rentables.
A fin de cuentas, es preciso reconocer que Abel Caballero es un hombre muy preparado y muy inteligente, y que no ha dudado en sacrificarse y poner en entredicho su imagen personal para promocionar la ciudad que regenta. Sus controvertidas afirmaciones comparando la Navidad de Vigo con la de Nueva York, su apuesta por miles y miles de puntos luminosos, quizá millones, sus apariciones en las cadenas de televisión nacional…, nada ha sido más rentable con una campaña promocional gratuita que ahora otros intentan imitar. Él, Abel Caballero, es el artífice y el protagonista de este éxito.
Por si todo esto fuera poco, con tantos éxitos cosechados y a una velocidad de crucero imparable, ahora anuncia que va a convertir la ciudad de Vigo en un plató para películas de cine y televisión. Algo que no es la primera vez que ocurre porque ya ha servido de plató en varias ocasiones, aun cuando la calidad de esas películas queda un poco en entredicho, además, la ciudad no se reconoce demasiado y las molestias que ocasionan las filmaciones para los que aquí vivimos quizá no compense demasiado.
No me duelen prendas en decir que soy de los que admiro y voto a Abel Caballero, sin embargo, no quiero que nuestra ciudad, la ciudad de Vigo, se convierta en otro Hollywood ni en un parque de atracciones como Disneylandia durante todo el año, ya me llega con la Navidad. Yo quiero que nuestra ciudad tenga alternativas y complementos para su desarrollo y para su economía, por supuesto, pero prefiero que siga siendo una ciudad industrial, comercial, y con un gran puerto pesquero. Por nada del mundo quiero que nuestra ciudad se convierta en una ciudad de servicios porque eso conlleva una enorme dependencia. El homenaje del comercio y la hostelería ha sido un agradecimiento muy merecido. Sin duda, Abel Caballero es el mejor alcalde y volverá a ganar las próximas elecciones, pero esos devaneos que acabo de comentar pueden restarle votos de un modo peligroso y sus asesores deberían tener la valentía de advertírselo.