Se lo dijo sin pudor a su colega Cameron y a quien quisiera oírlo, convencido de que es la verdad y está bien que se sepa, oiga. Rajoy se aseguró de escoger muy bien las palabras para que el intérprete tradujera con el mayor rigor el mensaje, por lo que descartó automáticamente la frase que –como a todos- le habrá llegado primero a la cabeza: tienen montado un “pifostio” de la leche (o peor). Sin duda el intérprete habría tenido dificultades para encontrar una expresión que le hiciera justicia al término, puesto que la palabra no está registrada en el diccionario de la RAE, pero el Primer Ministro británico le hubiera entendido perfectamente si el Presidente español en funciones se lo hubiera dicho resoplando y entornando los ojos en el inglés de supervivencia que lleva tiempo estudiando.
A big “pifostio”. Lo entiende cualquiera. Mariano se lo dice a sus amigos desde la confianza. Es cierto que el asunto merece una reflexión más analítica y profunda, pero en el ámbito de las cumbres europeas y en el contexto del corrillo de pasillo, la idea fuerza inmediata es lo importante. El interlocutor tiene que quedarse con la visión del totum revolutum que se está viviendo, para pasar a discutir el tema que les ocupa, la pantomima del “brexit” y la idea de la ¿unidad? de Europa. Analistas, politólogos, expertos y profesionales de reconocido prestigio se ocupan ya de tratar el tema con la seriedad que se merece, diversidad de opiniones, razones y pronósticos.
Luego, en la cena, a lo mejor Rajoy tuvo tiempo de contar a sus homólogos el affaire que se traen Pedro, Pablo y Albert. Una suerte de ménage à trois del que le excluyen, mientras no le hacen ascos a Garzón. Les diría que, aunque discuten a menudo, se les ha visto paseando juntos, y a veces, entre promesas que van y vienen, parece que se quieren entender porque se necesitan. A los postres, con el café o el té, se podrá extender en la explicación de las negociaciones progresistas y reformistas que se intenta fraguar por la izquierda “radical” española y las consecuencias catastróficas que supondría para España un Gobierno de dicha índole.
Desde el despecho del desamor el líder popular sin duda exagerará el relato, y se despedirá tranquilizando a los compañeros europeos, abrazando la idea de que inevitablemente se celebrarán nuevas elecciones en los próximos meses, ante la parálisis para lograr la confianza de la Cámara Baja y formar un nuevo Ejecutivo.
Pero todo esto ya quedaba claro con el “big big pifostio”.