El previsible retorno a España del rey emérito Juan Carlos I hace sonar las alarmas de la población republicana, e incluso de quienes observan ese movimiento como imprudente y fuera de lugar. Es obvio que su honradez ha quedado en entredicho y el daño que ha hecho a la monarquía española es patente.
El rey Felipe VI parece un hombre sensato y honrado. Sin embargo, ha heredado una monárquica envenenada. Su padre no ha sabido estar a la altura de su cargo, ha actuado como si España fuera su finca particular, y como si los intereses de todo el pueblo estuviera en segundo plano, por detrás de los suyos personales. Mientras nosotros, el pueblo llano, pensábamos que el derecho de pernada ya formaba parte de un pasado distante; qué equivocados estábamos.
Es evidente que la Casa Real está llevando a cabo un lavado de imagen del rey emérito en diferentes medios de comunicación, una campaña meticulosamente orquestada con la connivencia del gobierno, en manos del PSOE —sí, de un partido que se dice Socialista y Obrero—. Es evidente que esto va a pasarle factura a la monarquía y también al gobierno, que parece haberse vendido a unos intereses muy alejados de muchos de sus votantes.
En mi opinión, el rey emérito no debe volver a España, eso perjudicaría notablemente la imagen de su hijo, Felipe VI, que intenta mantener una irreprochable imagen de honradez ante una opinión pública española que recela de la monarquía por las acciones que llevó a cabo su padre durante años. Un rey debe ser formal y respetuoso con su pueblo y con los intereses de su nación, sin anteponer los suyos personales.
Por todo lo acontecido, casi se podría afirmar que el rey emérito, Juan Carlos I de España, es el mayor republicano español, porque sus vergonzosas actuaciones llevadas a cabo durante muchos años constituyen un importante impulso para derrocar la monarquía. El tiempo dirá cómo será el futuro de la monarquía española, y el PSOE que se vaya preparando para las siguientes elecciones generales.