Desde 1981 hasta nuestros días han pasado millones de vehículos por el Puente de Rande y por la autopista del Atlántico. Casi han transcurrido cuarenta años en los que se han estado pagando los correspondientes peajes, que no son precisamente baratos. La autopista del Atlántico no es barata. Opino que constituye un buen servicio, por supuesto, pero a un precio muy elevado para los usuarios.
Al cabo de todos esos años, la infraestructura —con su mantenimiento— está totalmente amortizada y ha dado sustanciosos beneficios. Sin embargo, ese servicio, que es una concesión, sigue siendo privado. La última maniobra ha sido la ampliación del puente utilizando los márgenes de seguridad del proyecto inicial, en vez de construir otro nuevo puente en otro emplazamiento de la ría de Vigo; una disculpa para continuar con la concesión.
Todo el mundo se pregunta por qué la Xunta de Galicia, que teóricamente es quien representa los intereses de todo el pueblo gallego, no ha recuperado la concesión de la autopista y del puente, haciéndola gratuita. Qué motivos convincentes pueden existir para que no se haya llevado a cabo ese cambio que todo el mundo reivindica.
Que no les extrañe que la inmensa mayoría de las gallegas y los gallegos sigamos convencidos de que las tostadas de unos cuantos siguen untándose con mantequilla de la vaca que pagamos entre todos. Ya nos entendemos.