Nadie pone en duda esas imágenes que han circulado a través de todos los medios de comunicación, cada vez más efectivos y rápidos en la época que vivimos. Pero esas imágenes del robo de las cremas salen a la luz en un momento determinado —-al cabo del tiempo—- como una bala escondida en la recámara. Yo no voy a romper ninguna lanza en favor de Cristina Cifuentes, pero es muy sospechoso que el video no se hiciera público hasta este momento, cuando las presiones sobre la política que intentaba destapar la corrupción de su propio partido resultaban insuficientes para provocar su dimisión. Y me pregunto cuántas acusaciones similares sobre otros políticos estarán escondidas esperando el momento propicio para desacreditar y arruinar la carrera de los adversarios, como una guerra sucia, abierta a la vista del público y maloliente. El asunto es una vergüenza, no sólo para Cristina Cifuentes, sino para su propio partido —-el Partido Popular—- y para España. Un político debe ser íntegro y creíble, y se demuestra que en España hay demasiada corrupción y que es preciso limpiarla cuanto antes. Pero estoy seguro de que todavía nos quedan sorpresas.