El actual alcalde de Vigo, Abel Caballero, hombre de gran formación académica, de enorme experiencia política y sin mayores aspiraciones que la satisfacción de la correcta gestión pública, no tiene puntos débiles susceptibles de ataque.
Durante algunas de las legislaturas anteriores la ciudadanía estaba llena de dudas sobre la honradez de sus regidores. Todo aquello —que no debe olvidarse— ha quedado amparado bajo el manto de la prescripción legal, con unos tiempos hábilmente manejados, precisamente, por quienes han ostentado el poder legislativo; ellos mismos son los que han legislado a su conveniencia. Y para que no se olvide conviene preguntarnos, por ejemplo, qué ha pasado con el asunto de la controvertida recalificación urbanística de determinadas fincas próximas a la Gran Vía, o con las contratas de limpieza de antaño, o con el transporte municipal, y con tantas otras operaciones oscuras que han encendido la desconfianza de la ciudadanía. ¿Por qué no se han investigado nunca? ¿Cómo es posible que algunos sinvergüenzas que se han enriquecido engañando a los vigueses se erijan ahora en adalides de la honradez?
Asumir el mando de la corporación municipal exige algo más que una imagen de papel cuché, exige preparación, esfuerzo, dedicación, eficacia, eficiencia y, sobre todo, creer en el proyecto de ciudad que se está defendiendo.
El pueblo de Vigo, al cabo de los años, tiene muy claro lo que es la honradez y reconoce en las urnas —mal que le pese al Partido Popular— una gestión brillante que no se recordaba en varias décadas.
En la actualidad, la ciudad de Vigo brilla con luz propia fuera de Galicia e incluso fuera de España, con unos recursos propios que antes estaban totalmente desaprovechados; el tándem Concello de Vigo y Diputación de Pontevedra trabajan acertadamente en esa misma dirección.
El Partido Popular ya tuvo sus oportunidades cuando en determinados momentos asumió el mando de la gestión municipal, pero sus logros son irrisorios comparados con los del Partido Socialista.
Ahora están las aguas revueltas por los intereses políticos de los adversarios políticos, pero cuando pasen los años, la historia demostrará que Abel Caballero es un gestor incorruptible, pese al empeño injurioso de sus enemigos. Con absoluta objetividad, se puede afirmar que Abel Caballero es el mejor alcalde de la ciudad de Vigo de las últimas décadas, al frente de una corporación que también resulta histórica.