Las emociones cumplen la finalidad de adaptarnos al mundo que nos rodea y sobrevivir. Sin emociones seriamos entidades mecánicas artificiales sin capacidad de discernimiento. Charles Darwin demostró en su momento que también los animales tienen emociones y las expresan al igual que nosotros. Esta característica es la que nos permite avanzar como especie. Sin embargo, a diferencia de los animales, a las personas nos avergüenza el experimentar ciertas emociones catalogadas como negativas y por ello se suelen rechazar sentimientos de ira, tristeza, culpa, envidia o miedo; con el riesgo de desencadenar heridas en nuestro interior.
Al contrario que las heridas físicas, las emocionales no se ven a simple vista. No por ello desaparecen solas. Sabemos que no están sanadas porque al recordarlas, aún nos duelen. Quedan almacenadas en la capa más profunda del cerebro y, a posteriori, pueden generar un «agujero emocional» difícil de gestionar. La terapeuta emocional de Redondela Ana Giráldez, experta desde años en ayudar a deshacer esos nudos emocionales que se quedan anclados en la mente y se convierten en traumas, nos cuenta la importancia de expresar aquello que nos duele en el momento preciso.
-Desde niños nos enseñan a dar la espalda a este tipo de emociones que tienen fama de ser negativas. ¿Crees que es buena esta postura? ¿Podría causar heridas emocionales o traumas el hecho de reprimirlas?
Cuando sentimos una emoción negativa, automáticamente nos duele y nuestro subconsciente la atrapa. Si la tapamos en lugar de sacarla fuera y gestionarla, a la larga puede ir creciendo en intensidad y convertirse en una herida emocional difícil de controlar. Lo que nunca debe hacerse es guardar el dolor en nuestro interior y dejar que cada vez se haga más grande. Es importante expresarlo y compartirlo para buscar una solución.
-¿Podemos estar influidos por heridas emocionales sin saberlo?
La mayoría de las veces nos encontramos mal anímicamente y no sabemos ni siquiera el motivo. Podemos llegar a confundirnos porque en ese momento pueden estar diversas emociones atrapadas en nosotros y no sabemos ni podemos diferenciar cada una de ellas. Diversas situaciones como la pérdida de un ser querido, una ruptura amorosa, un despido laboral, etc., son duelos internos que provocan heridas y que hay que aceptar y aprender a vivir con la nueva situación de cambio. Los duelos o heridas emocionales pueden incluso nacer en nuestra niñez y afectarnos después, a lo largo de la madurez.
¿Los traumas o heridas repercuten sobre el concepto que tenemos de nosotros mismos y las relaciones que mantenemos con los demás?
Si tenemos traumas, significa que nuestra autoestima y personalidad están dañadas, por lo que nos volvemos más reacios y desconfiados hacia el entorno que nos rodea —familiar, amistad, laboral…—. La confusión interna hace que nos encerrarnos en nosotros mismos y nuestras emociones sean mayoritariamente de dolor.
-A esta dificultad por acceder a la raíz de la herida de forma profunda se une el miedo a enfrentarse a la misma terapia, ¿no es así?
El mismo miedo que podamos sentir a afrontar la realidad nos va a hacer confundir y dudar si vamos a ser capaces de salir de ese «agujero emocional» en el que estamos. El miedo puede ser tan intenso que tiene la capacidad de hacernos perder el equilibrio interior para poder manejar la situación del presente.
-¿Qué podemos hacer con las emociones que nos resultan más incómodas y dolorosas para que no nos traigan consecuencias?
Primero, no tenerlas mucho tiempo en silencio. Es importante liberarlas y desahogarse, ya sea con amigos, personas de confianza o profesionales. El hecho de enfrentar y soltar eso que tanto nos ha marcado hace que sintamos alivio y a la vez nuestra autoestima disminuya el riesgo de ser lastimada.
Por otro lado, es importante gestionarlas. Una base principal es trabajar nuestro yo interior. Todos tenemos la capacidad de ser más positivos a través de un equilibrio emocional. Ante una situación negativa tenemos que pensar cuál sería su contraria y la solución, es decir, sacar lo positivo. Después se trata de darle forma y poco a poco lograr que nuestro subconsciente cambie la perspectiva. La situación que resultaba negativa se ve de otra manera y ya no resulta tan pesada de llevar.