Viviendo en el caos de las ciudades modernas, a menudo los sonidos que nos rodean nos provocan una gran tensión. Incluso aunque la mayoría no sé de cuenta. Recibimos continuamente ondas sonoras agresivas. Ruidos de máquinas, coches, gritos, sirenas… El espectro auditivo urbano es un caos. Por eso, si recordamos que somos un todo holístico unido al entorno y nos percibimos de esta manera, caeremos en la cuenta de que es difícil vivir en armonía en semejante panorama.
Nuestro organismo está recibiendo en su campo electromagnético señales continuas que nos empujan a la falta de confort. Nos enfadamos, gritamos, nos desesperamos, corremos… somos como una colonia gigante de hormigas mal avenidas regidas por un flujo externo aparentemente imperceptible. El sonido es tan importante que se utiliza continuamente para controlarnos, más allá de que lo sepamos. Si vamos a unos grandes almacenes o a un centro comercial en Navidad, la música será ensordecedora y rápida. Nos marcará un paso agitado, para que no nos paremos mucho. Para que no entorpezcamos el fluir de cientos de personas en el mismo espacio. En cambio, si son días u horas de tiendas casi vacías, la música será relajada. Nos invitará a pararnos, a ir lentos. A fijarnos para no irnos. Para hacer bulto y que consumamos.
¡Ojalá en la ciudad se pudiera hacer una práctica parecida de marketing. Aunque solamente fuera un día a la semana! ¿Os imagináis calles en calma que invitaran a pasearlas y no a salir corriendo? ¿O música por todas partes vibrando en una frecuencia sanadora? Por supuesto parece una utopía. Pero una utopía más que deseable.
Así que, como no podemos cambiar la influencia del sonido que nos rodea, lo que sí podemos hacer es crear en nuestra intimidad, en nuestra casa, en nuestro trabajo… lugares auditivos sanos. Templos donde el ambiente, a través de la música o del silencio, nos permitan encontrar la tan necesaria paz. Por supuesto, los que viven en la naturaleza ya son unos privilegiados. Porque ellos únicamente necesitan salir al exterior para encontrar un remanso de calma a su disposición. Un remanso que los que habitamos en las urbes necesitamos crear y tener.
Ha habido muchos estudios con respecto a la influencia del sonido en el organismo. Y de las longitudes de onda que vibran continuamente a nuestro alrededor. Y todas demuestran que precisamos oír y sentir a través de nuestra piel flujos auditivos que nos sanen. Cada uno puede tener su propia opinión con respecto a las diferentes terapias que tenemos disponibles. Pero su efectividad o no es mejor comprobarlas con el sentimiento y la mayor objetividad posibles. Sin expectativas. Sólo dejándonos llevar.
Y para fluir, aquí os dejo las diferentes vibraciones de la escala musical y algunos de sus efectos beneficiosos. Podéis escucharlas y experimentar. Nada es verdad o mentira. Son sólo distintas percepciones de lo mismo.
DO (396 hz) Ayuda a liberar el miedo y la culpa
RE (417 hz) Tiene la capacidad de transformar y transmutar. Facilita la conversión a un nuevo estado mental para aceptar lo divino
MI (528 hz) Transforma y repara el ADN
FA (639 hz) Mejora la capacidad para adquirir conocimiento y ayuda en los trastornos neurodegenerativos
SOL (741 hz) Expande la conciencia
LA (440 hz) Ayuda a desarrollar la intuición y la percepción
SI (963 hz) Estabiliza el sistema nervioso y equilibra el estrés
Buena semana. Gracias por estar ahí