El aumento de peso no es el único riesgo al que la población se expone con los excesos navideños: la elevada ingesta de azúcar tiene efectos negativos para la salud mental. El inmódico y tentativo surtido de las fuentes compuestas por mazapanes, turrones, polvorones, mantecados, bombones… junto con el alcohol y otros alimentos poco favorecedores para nuestro organismo, se convierten en la combinación perfecta para entremeterse en las conexiones neuronales de nuestro cerebro.
¿Cómo afecta la ingesta de altas dosis de azúcar en nuestra salud mental?
Se ha comprobado que el consumo de postres, alimentos procesados, bebidas azucaradas y alcohol hacen que el nivel de azúcar en la sangre suba muy rápido, pero a la vez descienda de forma casi inmediata. Este cambio tan brusco genera estrés en nuestro cuerpo y responde con la segregación de hormonas como el cortisol y la adrenalina, que con el tiempo pueden producir ansiedad o depresión. En el caso de las reuniones navideñas, donde se producen atracones de carbohidratos, suele haber un desajuste en nuestro estado, —tanto físico como mental— pues en los días siguientes es habitual padecer dolores gastrointestinales, musculares, cefaleas, apatía, mal humor, cansancio, ansiedad e, incluso, depresión.
Un estudio elaborado por investigadores estadounidenses de la Universidad de Kansas demostró e hizo público a través de la US National Library of Medicine National Institutes of Health que la ingesta de altas dosis de azúcar puede experimentar alteraciones en los procesos inflamatorios, metabólicos y neurobiológicos. Este factor, sumado a la reducción de horas de luz solar del invierno y a las alteraciones de los ritmos de sueño, supone una «tormenta perfecta» contra la salud mental, según afirman.
Stephen Ilardi, uno de los profesores de Psicología Clínica y autores del estudio, explica que el azúcar ofrece un impulso inicial del estado de ánimo. Esto hace que algunas personas con algún tipo de enfermedad depresiva tienda a buscar su elevación emocional temporal a través de los dulces. Sin embargo, Stephen manifiesta que: «cuando consumimos dulces, actúan como una droga. Tienen un efecto inmediato de elevación del estado de ánimo, pero en dosis altas también pueden tener una consecuencia paradójica y perniciosa a largo plazo de empeorar el estado de ánimo, reducir el bienestar, elevar la inflamación y causar aumento de peso».
Sería aconsejable seguir unas pautas y consejos en estas fechas para evitar estas circunstancias como: optar por menús más saludables, reducir el consumo de alcohol y dulces y, sobre todo, no alargar demasiado la sobremesa. Pero, en la mayoría de los casos, sobre todo el último requisito, no depende de uno mismo. El ambiente placentero familiar junto con las tentadoras bandejas de surtidos y licores encima de la mesa, hace que las largas tertulias sean acompañadas de más sorbos y bocados azucarados.
¿Cómo se debe actuar tras los excesos navideños?
Es habitual que las personas que experimentan las consecuencias de haberse dado atracones de dulces, comidas calóricas y alcohol se sientan culpables y decidan al día siguiente realizar una dieta estricta. Sin embargo, no se puede pasar de cero a cien de repente. Se podría agravar más el estado de ansiedad y depresión por el hecho de tener apetito y no comer. Los nutricionistas recomiendan que lo mejor sea volver a la rutina de siempre y no hacer dietas extrañas para compensar. Es necesario beber mucha agua, comer verduras, ensaladas, frutas y elaboraciones sencillas. Por supuesto, anular el consumo de alimentos o bebidas con azúcar para que así el organismo vaya depurando y volviendo a recuperar su equilibrio físico y mental.