Hace pocos días ha tenido lugar la celebración del día de la madre. Sabemos que madre no hay más que una y que daría la vida por un hijo si hiciese falta. Ser madre es el acto de amor más profundo, sincero e incondicional, pero ¿realmente somos conscientes del papel tan importante que supone ejercer ese rol, y las transformaciones que se producen tanto a nivel interno como externo?
Con la llegada de un hijo, la vida da un giro radical. Se generan cambios en el cuerpo y se cruzan las emociones, de manera que afloran la ilusión y el estrés por igual, con la misma intensidad. Esto es normal debido a que supone la ruptura con la identidad que hasta ahora se había construido para dar paso a un nuevo papel, el de ser madre y transferir la completa dedicación a otra persona.
La maternidad no significa estar alegre y sonreír siempre, sino también triste y llorar en ocasiones. El bebé tiene dependencia las 24 horas lo que supone un desgaste físico y psicológico para la madre, que pasa días sin pausa y noches sin pegar ojo; sin espacio para ella misma ni para realizar planes y proyectos. Viene siendo como un tsunami que se lleva los hábitos y preferencias y deja un ambiente desenfrenado de pañales, chupetes, biberones, juguetes, etc. Esto puede afectar a su autoestima, ya que la situación obliga a reinventarse.
Al tener menor disponibilidad, las relaciones sociales se modifican, y si hay un hueco libre, se suele emplear para el descanso. El ocio deja de ser prioridad. En el mundo laboral, muchas mujeres se ven obligadas a renunciar o reducir su jornada por no poder conciliar el trabajo con la crianza, y las que no lo hacen se encuentran ahogadas en un océano de estrés. También, el cuidado personal se deja en segundo plano por falta de tiempo y los momentos a solas e íntimos con la pareja suelen ser escasos por no encontrar el momento preciso.
A pesar de todo el cambio que supone, hay algunas pautas para afrontar la maternidad con éxito y no caer en el abismo de la frustración y la ansiedad:
En primer lugar, es importante no caer en los dictámenes externos, presiones y prejuicios. No todos los niños vienen con el mismo manual de instrucciones y lo que para unos está bien para otros no. Es probable sentir frustración por no encajar con los estereotipos fijados en la sociedad. Lo ideal es construir una definición de maternidad propia y personal, cada madre conoce las preferencias de su hijo y podrá crear el vínculo más beneficioso para ambos. Es absurdo compararse con otras madres, pues cada una vive su experiencia y eso no implica ser mejor ni peor.
Segundo, la asertividad es imprescindible. No se debe permitir que las faltas de respeto camufladas entre consejos y opiniones externas influyan en las decisiones. Cuando se experimenta la maternidad, especialmente si es la primera vez, suele darse que el entorno se llena de personas expertas que saben lo mejor para el bebé, y se dan el derecho de criticar y corregir. Por ello, es vital no dejarse influenciar y, sobre todo, evitar la culpa, es una emoción muy común que una madre suele sentir a menudo. Cuando se comete una equivocación, se corrige y se vuelve a empezar. Cambiar la culpa por aprendizaje y crecimiento sería una buena solución.
Por último, delegar la responsabilidad. Mamá y papá son igualmente capaces y necesarios para el cuidado y crianza, no puede recaer todo el peso en una sola persona. Ser una buena madre no significa no poder separase del bebé. El tiempo para una misma es fundamental para subir la autoestima y no caer en depresión por tener que renunciar por completo a su verdadera identidad.
A pesar de toda la revolución que supone la maternidad, es muy bonita cuando se sabe gestionar, pues no olvidemos que un bebé es una bendición envuelta de luz y amor. La clave está en aprender a organizarse y adaptarse a los nuevos retos. Abordarla con éxito se traduce en dejarse llevar por el instinto interno para saber qué hacer en cada momento, y en no renunciar a una misma como persona única e independiente, pues más allá del rol de madre hay un ser capaz y completo que debe pronunciarse.