Unos malos resultados académicos pueden ser una señal de que existe un trastorno del neurodesarrollo como puede ser el trastorno para el aprendizaje o el trastorno de déficit de la atención e hiperactividad (TDAH). Así lo afirman psicólogos del Instituto de Rehabilitación Neurológica del Hospital Vithas Vigo (Irenea), que aconsejan realizar una evaluación neuropsicológica para ayudar a detectar el origen de estas malas calificaciones.
Este estudio debe de incluir tanto aspectos cognitivos básicos y complejos como emocionales y sociales, según la neuropsicóloga Marta Lazcano. Mientras, el neuropediatra de Vithas Vigo, el doctor Óscar Blanco Barca, añade que la adopción de correctas actuaciones psicoeducativas de refuerzo y acomodación derivadas de la realización de este tipo de valoraciones neuropsicológicas suponen herramientas imprescindibles para una adecuada intervención.
Son varios los estudios que aseguran que la dificultad global del aprendizaje o de alguno de sus campos específicos, así como el bajo rendimiento académico y el fracaso escolar, se han convertido en uno de los motivos más frecuentes de consulta tanto en atención primaria como en las consultas especializadas de neuropediatría.
Sin ir más lejos, el doctor Blanco Barca asegura que, si algo ha comprobado en su trayectoria profesional, es que este tipo de dificultades pueden ser persistentes en caso de detección tardía o si cuentan con una intervención inadecuada, hasta el punto de llegar a prolongarse a la etapa adulta e incluso afectar en el trabajo.
Comprender los procesos cerebrales
En la misma línea, según Marta Lazcano, “para realizar el abordaje adecuado de un niño con este tipo de dificultades, lo primero que debemos comprender son los procesos cerebrales que están en la base del aprendizaje. Es decir, a la hora de realizar una evaluación debemos tener en cuenta, por un lado, aspectos cognitivos básicos como la percepción, la atención y la memoria o complejos como el lenguaje, el pensamiento, la creatividad o la inteligencia, entre otros”.
Lazcano también cree importante analizar aspectos emocionales como el autoconocimiento, la autorregulación, la empatía y la motivación. “Sin olvidar los sociales como el trabajo cooperativo o los físicos como el sueño y la alimentación, que son fundamentales para la adquisición de conocimiento. Tras el análisis de todo ello, desarrollamos una serie de estrategias pedagógicas y psicológicas y las adecuamos a las características de cada niño y a sus necesidades específicas. De esta forma, conseguimos que los métodos de enseñanza se adapten mejor a su etapa de desarrollo evolutivo y a sus diferencias individuales”, afirma.
Disgrafía, disortografía, discalculia o dislexia son algunas de las denominadas dificultades específicas de aprendizaje (DEA), alteraciones que cuentan con una base neurobiológica y que afectan a procesos cognitivos implicados en la escritura, el lenguaje, la lectura o el cálculo aritmético y que suelen incidir de forma directa en el rendimiento escolar y también en el entorno natural del menor.
Por ello, los profesionales de Irenea mantienen una relación fluida con los centros educativos de sus pacientes, lo que les permite conocer no sólo su rendimiento académico, sino también cómo es su interacción con los compañeros y profesores para poder reforzar habilidades y procesos que favorezcan su integración, tanto en el ámbito educativo, como en sus diferentes entornos vitales.