En un estrecho rincón del número 16 de la céntrica María Berdiales ha abierto un suculento templo del chocolate. El local es tan discreto como elegante y la inmensa calidad y variedad de sus firmas es tan elevada que cabe, como se dice de los mejores perfumes, en un local pequeño. Idylio rinde culto al cacao y su propietario, Miguel Rodríguez, es catador oficial, ‘foodie’ confeso y un pozo de sabiduría en la materia.
Todas las marcas que se venden en la tienda son de chocolate artesano o ‘craft chocolate‘, y todas están premiadas por organismos oficiales internacionales. Lo atestiguan sus sellos de la institución británica Academy of Chocolate, que distingue al mejor chocolate cada año; de los International Chocolate Awards, donde el propietario se está formando como catador; y de los Great Taste Awards. Idylio es la primera tienda especializada en chocolate de este tipo de Vigo y en España se cuentan «con los dedos de una mano».
El universo de chocolate de Idylio
El chocolate se vende en diferentes formas: tabletas, crema de chocolate, dulces con chocolate, perlas de chocolate y martillos de chocolate. Esta última modalidad presenta una forma divertida y original de disfrutar el manjar: consiste en un gran bloque empaquetado con un martillo, un comensal tiene que romperlo con el utensilio y para después disfrutar de su sabor.
Los orígenes de las tabletas que presenta en sus estanterías son diversos. Desde nacionales como el premiado chocolate coruñés Essenzo Cacao hasta el vasco Kaitxo o el último galardonado español: Utopick. También tiene marcas portuguesas, africanas, nórdicas y de América Latina.
Chocolate por doquier, chocolate con frutos secos, chocolate con violeta, con aroma de jazmín, con maíz con peta-zetas… no hay espacio ni tiempo para enumerar el universo de sabores que Miguel Rodríguez vende en su tienda de María Berdiales, eso sí, los indecisos pueden optar por las cajas con varias selecciones de productos elegidos por el experto, que siempre se presta a dar información a los clientes.
‘Bean to bar’
El ‘Bean to bar‘ rescata el proceso ancestral de fabricación del chocolate, que en EE.UU. se volvió a poner de moda hace más de veinte años y ahora llega a España, donde cada vez más profesionales se dedican a la elaboración artesana del chocolate.
«Las habas de chocolate se recogen en los sacos y llegan ya fermentadas y secadas», explica. «Tiene que hacerse de esta manera porque la mazorca de cacao, que solo se da en lugares tropicales y selvas de difícil acceso, tiene una gama de sabores muy amplia y recoge los matices de su entorno. Por eso no necesariamente tiene que ser amargo».
Catas de chocolate
En los cuatro meses de vida de Idylio, Miguel Rodríguez todavía no ha tenido tiempo de organizar la primera cata, pero se hará realidad próximamente y los interesados ya pueden inscribirse en la tienda, por teléfono o enviando un mensaje directo a la cuenta de Instagram de Idylio.
«Los participantes descubrirán la vasta cultura y tradición que hay detrás del chocolate, un mundo tanto o más inmenso como el del vino o el del café y explorarán un universo de sabores y matices que nunca antes habían probado en las tabletas industriales». La experiencia, aparte de apetecible, promete ser de lo más enriquecedora.
Vigo: una ciudad con tradición chocolatera
Muchos clientes de Miguel Rodríguez le cuentan sus recuerdos sobre la tradición chocolatera en Vigo: «Aquí se fabricó mucho chocolate, pero dejó de hacerse. Hay varias teorías, la que más me convence es que se dejó de fabricar chocolate en Vigo porque se perdió la colonia de Guinea, de donde podría venir el cacao y las grandes industrias, como suele ocurrir, se comieron a las más pequeñas».
Lo que constata es que se están creando las bases del renacer del chocolate artesano: «Es cierto que cada vez hay más emprendedores individuales que abren obradores de chocolate artesano, no está siendo una tendencia feroz, pero sí un crecimiento paulatino» y considera que tiene mucho que ver con la concienciación social con la industria alimentaria: «Los ciudadanos cada vez nos cuidamos más, comemos mejor y queremos saber de dónde viene lo que comemos».
Del cacao al chocolate: breve historia del chocolate
Cuando Carlos V bebió un sorbo de ese brebaje amargo, oscuro y espumoso que Hernán Cortés le sirvió a su vuelta del Nuevo Mundo en el siglo XVI, el monarca no imaginaba que estaba asistiendo a un momento clave en la gastronomía europea, la llegada del chocolate. Según las crónicas de la época, en el siglo XVIII se consumían, solo en la Península Ibérica, más de cinco toneladas de chocolate al año.
El primer europeo que probó el ‘tchocolat‘ fue Cristóbal Colón. Al manjar se le atribuían cualidades mágicas por sus capacidades energizantes y, según afirmaba la tradición precolombina, también actuaba como un potente afrodisíaco. Moctezuma se bebía hasta 50 tazas antes de yacer con las mujeres, una costumbre que heredó Cortés tras su llegada a México. Napoleón, sin embargo, lo consumía la noche antes de librar una batalla para ganar vigor en el combate, un uso que imitaron los soldados americanos en la II Guerra Mundial. Y no fueron los primeros, se tiene constancia de que en 1750 la Royal Navy había establecido que se incluyese una taza de chocolate en las comidas de sus marines.
En el siglo XVIII se vendía en toda Europa en farmacias en forma de jarabes y píldoras cuyo gusto amargo desagradaba a los dolientes. Fue en el S.XIX cuando las grandes fábricas que llegan a nuestros días (Suchard, Lindt, Nestle) decidieron mezclarlo con leche y endulzarlo, así comenzó el crecimiento imparable de la industria del cacao hasta el día de hoy, en el que las piezas se visten de diferentes sabores que consiguen experiencias al gusto de cada consumidor.
Las grandes firmas de industria del chocolate, sin embargo, «han acabado convirtiendo el manjar en golosina y desvirtuando su esencia», según la perspectiva de Miguel Rodríguez: «El chocolate es mucho más que eso, tiene muchos matices, una gama inmensa de sabores y una profunda cultura detrás. Quien prueba el chocolate artesano, lo comprobará».
Ahora todos los vigueses podrán opinar al respecto en el pequeño templo de la calle María Berdiales.