Se estrenaron este mes en Puro Delirio (Teófilo Llorente, 45) y tan arriesgada es la propuesta como el espíritu de los ciudadanos de Vigo, que convirtieron un acontecimiento puntual en un fenómeno social. Los primeros turnos de cenas a ciegas se organizaron a principios de octubre pero la respuesta fue tal, que se quedan de forma permitente en el bar como uno de los planes alternativos más originales e interesantes en la oferta de ocio de la ciudad.
Meses temáticos
El confinamiento llevó Carlos y Paula Pérez Puga a los ojos de más vigueses que los que podían disfrutar del espectáculo que ofrecían cada día en el balcón de su casa. Él, además de hostelero y publicista es actor; ella cantante, y su manera de superar la adversidad fue hacer más llevadero el día a día de los vecinos interpretando toda suerte de actuaciones de barandilla a barandilla. Las redes sociales hicieron el resto.
En agosto de 2020 los jóvenes artistas abrieron un establecimiento de hostelería en Casco Vello, Puro Delirio, al que cada mes visten y desvisten de una temática diferente. Un local en el que cada día de la semana se sirven cenas, experiencias y actividades novedosas de naturaleza diversa. Si julio fue el mes del orgullo y las serpentinas y banderas multicolor caían de suelo a techo, en octubre los tonos se apagaron, los cirios se encendieron y la decoración se tornó tan escalofriante como estimulante.
Una segunda puerta de entrada en forma de velo negro cae tras la puerta de la entrada. Al traspasarla, un monje te maldice con agua bendita en una pila bautismal. A la derecha un ataúd con un esqueleto, al frente telas de araña, calaveras y otros monstruos que resucitan cada año en Samaín. De martes a domingo ocurren acontecimientos fantásticos: desde un ‘scape room’ hasta microteatro durante la cena, performance y cenas a ciegas.
¿Cómo son las cenas a ciegas?
La nueva experiencia gastronómica captó la atención de los vigueses quienes, en su mayoría, las conocieron por redes sociales. Los turnos de todo el mes se llenaron en cuestión de días y la críticas de los comensales y el boca a boca fueron tan positivos que los hermanos Puga decidieron mantenerlas en el calendario. Pueden reservarse para cada martes por teléfono o a través de las redes sociales de Puro Delirio.
Se celebran los martes en dos turnos de, como máximo, 8 personas. El primer turno, a las 20:00 horas reúne alrededor de la mesa a grupos de personas que se conocen entre sí. En el segundo, a las 22:00 horas se citan desconocidos. También 8. La experiencia por la experiencia.
Antes de cerrar los ojos y que le pongan a uno un doble antifaz negro, cada participante escribirá su nombre en un papel para que se refieran a él. Carlos y Paula, mientras elaboran y sirven los cócteles y bebidas con los que se marida cada plato de un contundente menú degustación, dan instrucciones a sus clientes acerca de lo que deben hacer en cada momento: retirar los brazos de encima de la mesa, hacia dónde dirigirlos para encontrar la copa, avisar cuándo se ha retirado el plato anterior y si está ya ante ellos el siguiente, etc.
En primer lugar se sirve la bebida, cuyos matices van en consonancia con el plato. Sus ideólogos invitan a despertar primero el sentido del olfato y adivinar los matices: hierbabuena, cilantro, vermú, tomate, café… la cantidad de opciones que dan los comensales es diversa, algunas acertadas, otras disparatadas. En la cena en la que participó VigoÉ el maridaje abordó desde cerveza a coctelería de diseño y varios tipos de vinos. Esa noche nadie era capaz de adivinar que uno de las copas lo que contenía era cerveza, una auténtica sorpresa para quienes reconocían tomarse su caña diaria.
El menú podía comerse con la mano, la manera más accesible de llevarse el manjar a la boca sin verlo. Los bocados reposaban en el centro del plato y, en esta ocasión, era el sentido del tacto el primero en sorprenderse. El segundo, el olfato. El tercero, el gusto. El menú era tan variado como las elucubraciones de los clientes, quienes se asombraban tanto cuando acertaban algún ingrediente como los hermanos puga con muchas de sus ideas y reacciones.
A medida que se acercaba un nuevo plato, los desconocidos iban siéndolo menos y adivinaban las sonrisas que se dibujaban en la oscuridad. Algunos de ellos confesaban estar girando la cabeza y gesticulando en dirección a la persona a la que se dirigían aunque no la vieran. Al poco tiempo unos hablaban con otros como si se tratara de viejos amigos. Según Paula y Carlos Puga eso ocurría siempre. Una de las ocasiones más llamativas fue la de un brindis a ciegas en el que las copas chocaron sin que ninguno supiera muy bien ni hacia dónde ni hacia quién la estaba dirigiendo.
Los ingredientes caían y sorprendían uno a uno en el paladar hasta que, después del postre, cayeron las vendas y los desconocidos se miraron a los ojos en una sobremesa memorable, llena de de buena sintonía y acompañada de algún que otro brindis y la promesa de repetir en la siguiente ocasión.