El extraordinario estudio arqueológico y carpológico publicado por la Misión Biológica de Galicia en la “Australian Journal of Grape and Wine Research” continúa reescribiendo la historia del vino gallego ( https://onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1111/ajgw.12439 ). Tras encontrar semillas muy próximas al actual albariño en las salinas romanas de O Areal, en Vigo, los expertos señalan la presencia del propio albariño, junto a caíño blanco, caíño do freixo y blanco legítimo en el antiguo burgo medieval de Pontevedra, en el yacimiento de Ponte do Burgo, en unas fechas que el carbono 14 ha fijado entre los años 1280 y 1395.
Si es muy significativa la presencia de semillas muy similares a las del actual albariño en el Vigo romano, también lo es que pepitas cercanas morfológicamente de variedades como el caíño blanco, el blanco legítimo y el caíño do freixo, y por supuesto, el propio albariño, ya estuviesen también presentes en la Pontevedra medieval. Así lo revelan las muestras de semillas analizadas con los más modernas sisemas de medición, y datadas mediante la técnica de radiocarbono como procedentes de la Edad Media.
Decir que en la Pontevedra del siglo XIII había variedades arcaicas del albariño y del caíño blanco es decir, ni más ni menos, que el proceso de domesticación local de las vitis gallegas estaba ya lo suficientemente avanzado hace 800 años como para reflejar a cuatro variedades autóctonas que habrían de llegar a nuestros días.
Como en el caso del proto-albariño de O Areal, pudieron surgir de la domesticación de vitis sylvestris locales, ayudadas por su hibridación con otras cultivadas de diversa procedencia. En todo caso, ahora sabemos que llevan aquí por lo menos veinte siglos, en el caso del albariño, y al menos ocho, en el del caíño blanco, el caíño do freixo y el blanco legítimo.
De estas cuatro variedades identificadas por la Misión Biológica de Galicia, dos (albariño y caíño blanco) figuran en el actual pliego de condiciones de la DO Rías Baixas, mientras que las dos restantes (blanco legítimo y caíño do freixo) son cultivares tradicionais galegos.
La “Marisma de Castilla”
Los reyes castellanos conocían como la “Marisma de Castilla” a los territorios que le proporcionaban la salida para el tráfico comercial al mar, desde A Guarda hasta Vizcaya. Pontevedra jugó un papel esencial en esta “marisma”, sobre todo como astillero y como plataforma de exportación masiva de vino.
Desde el puerto de la ciudad que había nacido al abrigo del viejo puente romano de la vía XIX, la “Ponte Veteris” que habría de dar nombre a Pontevedra, partió en el medievo el grueso de las exportaciones de vino de Galicia hacia los mercados ingleses y centroeuropeos. La villa tenía un convenio especial para la salida de “Ribadavias” hacia el norte y el Mediterráneo, desde donde llegaban a puntos tan distantes como Génova.
El sistema se basaba en una serie de convenios. Según recoge Elena Ferreira Priegue en “Galicia en la Marisma de Castilla”, es muy característico lo que sucede en Galicia entre ciudades del interior y portuarias, “auténticos convenios bilaterales entre los centros exportadores de vino, Ribadavia y Ourense, y los puertos de Pontevedra, Muros y Noia, en los que un puerto hace un convenio con el concejo de comarca de viñedos para adquirirles el vino en exclusiva, o con un trato de favor, a cambio de abastecimiento de pescado, sal o todo lo que entre por mar”.
En el entorno de este Ponte do Burgo, de donde proceden las semillas analizadas, vivía y comerciaba la antigua población pontevedresa. ¿Llegaron los primtivos caíños y albariños a través del comercio, o evolucionaron en la zona a partir de la domesticación e hibridación local? Nuevamente, y citanto a los autores del estudio, tendrá que ser la ciencia la que hable y dé la respuesta al dilema, puesto que ya están en marcha las correspondienes investigaciones de paleogenética.
El ADN tiene la palabra.