Las viguesas y los vigueses tienen la costumbre de que las consumiciones en los bares vayan acompañadas de las correspondientes tapas de cortesía, que es un modo de fidelizar la clientela a pesar de que eso tiene un coste que el negocio hostelero debe soportar porque de lo contrario ya no sería una cortesía. Sin embargo, eso de las tapas de cortesía es algo que no ocurre en muchas otras ciudades, incluso gallegas.
Los cafés, infusiones y aguas suelen acompañarse de galletas, churros o bizcocho, normalmente. Pero los refrescos, los vinos y las cervezas suelen ir en compañía de un pincho de tortilla, que es un recurso muy socorrido, aunque también pueden ser patatas fritas -lo que en Vigo se conoce como ‘patatillas’ -, aceitunas, mejillones, un pequeño bocado de un plato de cocina, un trozo de pan con guacamole y una sardinilla encima, la mitad de un huevo relleno, y un amplio etcétera hasta incluso una nécora, como ponían en un bar de As Travesas que tuvo mucho éxito y que desapareció hace años, y no por haberse arruinado.
El abanico de tapas es muy amplio y, en alguno casos, con opciones culinarias muy elaboradas. Pero una de las tapas más típicas es la ensaladilla rusa, lo que en Rusia se conoce como ensalada Olivier, en honor al cocinero belga Lucien Olivier, a quien se atribuye la introducción de la receta en Rusia en 1860, en su restaurante L´Hermitage, en San Petersburgo, aunque existen indicios fehacientes de que la receta básica de la ensalada rusa ya existía en un libro publicado anteriormente, en 1845, utilizando ingredientes como langostinos, anchoas, atún, cangrejo, langosta, alcaparras y aceitunas, además de un aliño de salsa mayonesa.
Además de las tapas de cortesía también existe el conocido pincho, que puede ser de igual contenido que la tapa, pero más abundante y, por lo tanto, ya no es algo que se sirva gratis. En el amplio abanico de las tapas y los pinchos triunfa la ensaladilla rusa, que se mantiene en el ‘hit parade’ de las tapas aunque vayan pasando los años. Así es que en la ciudad de Vigo muchas personas mantienen vivo el recuerdo de la que hace muchos años, en los años sesenta del pasado siglo XX, era la ensaladilla rusa más famosa de la ciudad: la ensaladilla de la cervecería Miami.
El Miami, que era como se le conocía, estaba ubicado en un pequeño local de la Rúa Perú, entre el bar Acuario, desaparecido hace años y que hacía esquina con la Rúa López de Neira, y el restaurante El Águila, que sigue existiendo y manteniendo su gran calidad y su amabilidad.
Aquella ensaladilla rusa del Miami no tenía demasiado definidos sus ingredientes. Sin duda, los componentes no llegaban a la abundancia, nivel y variedad de la receta clásica aparecida en 1845 en el libro ‘The Modern Cook’, del cocinero británico victoriano Charles Elmé Francatelli, salvo la patata, muy abundante y muy bien machacada, pero con una textura y con un sabor que eran inconfundibles e inolvidables.