Papavero suena a italiano, pero entierra su raíz en el lenguaje gallego más familiar. Allí utilizan la expresión pavero como sinónimo de gracioso o bonito, el riquiño de toda la vida para entendernos. Aquel pavero salía cada dos por tres de la boca del padre de la decoradora María Alonso quien, junto a la asesora contable y fiscal Desiré Pereira, se ha liado la manta a la cabeza para montar Papavero, la nueva floristería de moda en el centro de Vigo.
Como alguna de las mejores ideas de la historia, la suya también nació en un entierro, el del padre de María concretamente. Entre los últimos deseos de aquel hombre bueno, uno por encima de los demás. No quería coronas de flores en su funeral; prefería que aquel dinero fuera mejor empleado. Sin embargo, con la pena del momento, aquello se olvidó y el entierro fue, como casi todos, un desfile de lágrimas y penas, acompañado de tradicionales coronas de flores.
Desde aquel mismo momento y en cumplimiento, ahora sí, de su última voluntad, María y Desiré decidieron montar un negocio basado en otro tipo de flores, unidas en ramos, sí, pero de forma más imperfecta, como lo es la propia naturaleza.
Lo primero que hicieron fue buscar un nombre y a Desiré se le ocurrió Papavero. Casi nadie recuerda ninguno, pero a muchos les resonarán esos latinajos que se emplean para otorgar el nombre científico a las especies vegetales. Papaver rhoeas es, por extraño que parezca, el de la amapola silvestre. Papaver suena regular, pero Papavero, con el recuerdo paterno incluido, mucho mejor.
La floristería está abierta desde el pasado jueves, 10 de junio, en la calle Colón de la capital viguesa; un lugar no demasiado comercial, pero sí de paso muy concurrido. Después de descartar el 1 de mayo como fecha inicialmente prevista, María y Desiré quisieron hacerlo el simbólico 40 de mayo; solo erraron por un día.
Con cajas aún por colocar y con fiesta de inauguración aplazada hasta septiembre por los sanitarios motivos que tristemente todos conocemos, las perspectivas no pueden ser mejores. Las dos emprendedoras gallegas están encantadas por la respuesta del público y por las primeras compras ya facturadas. Pero, sobre todo, porque consideran que acertaron aquel día en el que pensaron que el mundo del regalo estaba cambiando, que todos tenemos decenas de camisetas y sudaderas que no nos ponemos por más que hayan venido del mejor de nuestros amigos y que las flores han venido a ocupar el lugar dejado, en gran parte, por la ropa y por otros regalos mucho más tópicos.
Cuentan, asombradas y encantadas a partes iguales, lo joven que está siendo gran parte de su público, lo bonito que es ver a crías comprando flores para regalar a una amiga y lo fantástico que es comprobar cómo también hay hombres, muchos, cada vez más, que se regalan flores entre ellos.
Las prisas de la apertura también han dejado prácticamente inservible por ahora un espacio de 30 metros situado en el sótano del establecimiento que, de cara a las próximas Navidades, María y Desiré prepararán como lugar para realizar cursos y dar talleres, que también en esto de las flores hay mucho que enseñar y más aún que aprender.
No faltan en Papavero todas las flores imaginables, tratadas, se hace necesario insistir, de manera poco convencional, rara y salvaje, incluso. Entre las preferidas de las dueñas, cómo no, las amapolas que dan nombre a la tienda, pero, sobre todo, las peonías y las galleguísimas hortensias. Apuesten por que también serían las favoritas del padre de María. Acertarán.