Hay que asumir nuestras miserias y aceptar que, en muchas ocasiones, nos aferramos a la ridiculez sin necesidad, que según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua en su tercera acepción que es algo “de poco aprecio”.
Las únicas batas que me han interesado siempre son las que se pusieron de moda en Francia durante la mayor parte del siglo XVIII hasta el estallido de la Revolución.
Bata del Victoria and Albert Museum de Londres
De confección y ensamblaje complejos, era necesaria gran cantidad de seda para elaborarlas, famoso fue el centro de producción de Lyon, así como manos expertas que supieran cortar las piezas y distribuir la tela para que los pliegues traseros característicos quedaran perfectos.
Esta robe à la française, que en España se denominó simplemente bata, se extendió por toda Europa y se corresponde cronológicamente con el estilo artístico rococó. Precisamente, será uno de sus máximos exponentes, el pintor Antoine Watteau, quien recree en sus obras esta indumentaria basada en el ornamento y la sofisticación. Por ello, las características capas que descienden desde la nuca en estos vestidos fueron bautizadas como pliegues watteau.
Antoine Watteau «Dos primas» (1716)
No resultaba sencillo vestirse en aquella época siendo mujer de clase social elevada porque sobre la estructura que definía la silueta, formada por el corsé que ceñía el torso, y el guardainfante que ahuecaba las caderas, se colocaba un vestido con falda y sobrefalda y un peto triangular que cubría todo el pecho y el estómago.
¿Piensan que toda esta parafernalia también era ridícula? Puede. Pero igual el sentimiento de culpabilidad se atenúa cubierto de brocado de seda y se acentúa con tejido sintético de guata.
Bata del Instituto de Indumentaria de Kioto
Bata del The Costume Institute del Metropolitan Museum of Art de Nueva York
Bata del Victoria and Albert Museum de Londres
Batas del The Costume Institute del Metropolitan Museum of Art de Nueva York