Por supuesto, la primera especie afectada es el Homo sapiens, nosotros, con la trágica lista de fallecidos que eleva a cinco mil los seres humanos que han muerto desde que el 21 de marzo surgiera este nuevo brote en el occidente de África. Es importante constatar dos cosas: que no es el primer brote desde que el virus surgiera (o al menos se descubriera) en los años setenta, y que este nuevo episodio ha aparecido en África Occidental, localizado en países como Guinea, Sierra Leona o Liberia, y a día de hoy atajado con más éxito en unos países que en otros.
No es objeto de este post centrar estas líneas en la encomiable actuación que diferentes organizaciones médicas vienen desarrollando sobre el terreno contra la enfermedad, que sin duda es magnífica en la medida que pueden y con los medios que disponen, si no en tratar de abarcar un efecto secundario del ébola: el impacto negativo que éste tiene sobre el día a día de otros países que nada tienen que ver con la enfermedad. Me refiero en concreto al ecoturismo, al turismo de safaris fotográficos, y, de forma derivada por la ausencia de turistas con su presencia física y con sus aportaciones económicas en proyectos que tienen que ver con la conservación de especies, al daño que está causando en los países del Este y sur de África. Mientras el Ébola sigue matando personas, las organizaciones profesionales de caza furtiva ven el campo más despejado que nunca para actuar. El primero, el virus, es muy probable que pronto sea controlado y erradicado; el segundo, la caza furtiva sobre especies como los rinocerontes o los elefantes, parece no tener fin.
En los últimos meses he dado varias charlas y ponencias sobre viajes y safaris fotográficos centrados en Kenia y Tanzania. En todos los casos me he visto obligado a abrir las conferencias hablando del ébola. Antes de que el primer misionero enfermo aterrizara en Madrid a comienzos de agosto, y de la más reciente historia con final feliz de la enfermera Teresa Romero, yo hacía referencia al modo de propagación internacional más temido –los aviones– y a que la capital de España se encuentra, por ejemplo, a la mitad de distancia en kilómetros del foco africano del ébola que ciudades como Nairobi, en Kenia. Por cierto: Kenia fue el primer país de África oriental que cerró sus fronteras el pasado verano a todos los vuelos procedentes de los países de la zona con ébola. Cerradas las oportunidades de transmisión aérea, dudo que nadie haya viajado jamás por tierra, por ejemplo, desde Liberia a Kenia, cruzando la complicada orografía del continente a través de las vías de comunicación actuales; pero, en cualquier caso, tardaría varias semanas (o meses) en llegar. El ébola, desde luego, no le dejaría llegar con vida. Y hablando de vidas, todos los muertos por ébola desde el inicio del brote son menos que los que mueren de malaria en el mundo en ¡dos días!, pero ese pequeño problema de percepción parece seguir sin importar a quienes pueden zanjarlo.
África no es un país, es un continente, con todo lo que esto implica a nivel fronteras y dimensiones. El foco de ébola está a tres mil quinientos kilómetros de Madrid y a cinco mil cuatrocientos kilómetros de Kenia o Tanzania, o cinco mil seiscientos kilómetros de Sudáfrica. Era más probable que llegara antes a Europa o Estados Unidos que otras zonas del propio continente negro, como el tiempo ha demostrado.
Diferentes noticias publicadas en los medios analizan el problema sobre el turismo de naturaleza y la conservación de fauna en países del este y sur de África, con datos que sitúan entre un 20-70% la caída de ventas, en un estudio realizado sobre quinientas empresas, alojamientos o agencias de viajes dedicadas a organizar safaris. Estos datos proceden del mes de septiembre, probablemente ahora sean peores.
Es lógico pensar que la psicosis o el miedo hagan decidirse a un turista por viajar lejos de África, pero si uno se para a pensar un poco, quizá habría que ver que eso a lo que tienen miedo viaja en avión y no grandes distancias por tierra, y que, a día de hoy, existe mayor riesgo de contagio en España que en Kenia, donde por cierto no se ha dado ningún caso. Ni en Tanzania, ni en Uganda, ni en Botswana, ni en Sudáfrica, ni… A lo mejor, lo recomendable para la salud sería irse de safari.
ARTÍCULO ORIGINAL EN EL BLOG DE ALFONSO POLVORINOS