Los dos primeros humedales en ser declarados en España (1982) fueron Doñana y las Tablas de Daimiel, y en el segundo es donde me quiero detener hoy.
Existen varias rutas para visitar este ecosistema de tablas fluviales que un día fuera abundante en el centro de la península y que hoy se muestra espléndido y lleno de vida en el espacio natural que mejor lo representa.
¿Cuál proponeros? Pues quizá la última en incorporarse a las rutas de uso público del parque. Se trata de la ruta del Molino de Molemocho. Un corto y cómodo paseo señalizado con el color magenta (frente a las rutas amarilla, azul y roja). El recorrido desde el aparcamiento hasta el molino, como puede verse bien en el mapa del parque nacional editado por el CNIG y Parques Nacionales, es de apenas 500 metros y transcurre sobre una pasarela de madera. En su inicio ofrece una buena panorámica de conjunto sobre la laguna Permanente y la Madre del Guadiana.
La bienvenida al molino nos la da el imponente puente de cuatro ojos que salva el río para conducirnos por su pétreo empedrado hasta la puerta del molino de Molemocho, uno de los molinos hidráulicos harineros más antiguos de Castilla – La Mancha. Una excelente obra de rehabilitación del conjunto formado por el edificio y el puente permite al visitante imaginarse cómo debió ser esta gran obra en su mejor momento. En el interior (que puede visitarse bien de forma libre o guiada pero siempre de acuerdo con el Centro de Visitantes del Parque), se encuentra una exposición sobre la vida en Las Tablas y los diferentes aspectos de la relación hombre-agua.
En el exterior del molino una barandilla de madera sirve de observatorio ornitológico sobre la zona inundada en la que nadan zampullines, somormujos, cercetas, azulones, patos cuchara, porrones… y un buen número de ánsares como los de las imágenes. Cerca, en las orillas, suelen permanecer apostadas cigüeñas y garzas.