Yo, como siempre, aprovechando el viaje para hacer unas fotos desde el barco. La que se ve bajo estas líneas son las de Alcabre, al lado del Museo do Mar.
Conforme vamos navegando el día se va poniendo más gris y ya me huelo que no voy a tener suerte con el tiempo como en otras ocasiones.
En 40 minutos llegamos al embarcadero de Punta Muxieiro, conocido más popularmente como el muelle de Rodas. Desde el mismo barco le saco una foto a la playa de Rodas, que como se ve a estas horas y con el día que hace apenas hay nadie.
La playa tiene forma de concha y su arena es blanca y de grano fino. Supongo que con los temporales y grandes mareas en los meses de invierno alguna vez el agua habrá llegado hasta estos pinos ya que las raíces están en parte al aire.
Solo unos metros más adelante llego al Lago dos Nenos, que es un pequeño lago que está justo detrás de la playa de Rodas y que se formó al depositarse sedimentos entre las islas de Monteagudo, al norte, y Faro, al sur. Por el lado abierto al mar hay una pasarela de cemento que es el nexo de unión entre ambas islas cuando la marea sube mucho.
El Lago dos Nenos es un ecosistema muy importante dentro del parque nacional ya que aquí ponen huevos las tortugas, hay especies de plantas únicas y hasta tiene unas pequeñas dunas. También es un punto de reunión para las aves de la isla, así que es fácil encontrar varias especies a su alrededor.
Desde la pasarela le quito una foto a la vertiente oeste, que mira hacia el océano Atlántico y que es muy abrupta, rocosa y con acantilados donde el mar rompe con fuerza por lo que hay varias furnas. Ya viendo al lago veo una gaviota con su cría, que en esta época ya está grande.
El recinto del camping se encuentra delimitado por medio del típico cercado realizado con travesaños de madera. A la entrada hay una pequeña caseta que hace las veces de recepción. El camping no está aparcelado, es una especie de acampada «libre» y tiene capacidad para 800 plazas. Los precios son un poco más caros que en otros similares pero merece la pena pagar ese «plus» porque es un entorno inigualable.
Poco después dejamos el camping y llegamos al Centro de Interpretación de la Naturaleza.
Mientras paso por estos sitios os comento que estoy haciendo el primer sendero del día. Es la ruta del Monte Faro, de 7,4 kilómetros que voy a enlazar con otra. A la altura de la playa de Nosa Señora nos encontramos el cruce principal de la isla, giramos a la derecha y comenzamos a ascender en zig zag entre una espesa arboleda que nos deja entrever, al sur, la hermosa isla de San Martiño.
Muchas casetas para pájaros en los árboles y una hermosa roca que me recuerda a una calavera.
El camino principal serpentea hasta la cima del monte donde se encuentra el Faro, el mirador más emblemático de las islas. No se permite salir del camino indicado en ninguna parte de la isla ya que las gaviotas anidan en cualquier parte y salen hasta de entre los tojos.
Tras la ascensión llegamos al Faro de Monte Faro, que fue construido entre 1851 y 1853 a una altura de 178 metros sobre el nivel del mar. En la actualidad está automatizado y el ascenso es un reto para los visitantes con una gran recompensa ya que pueden disfrutar de las panorámicas del conjunto de las islas que compensan el esfuerzo realizado.
El faro estuvo habitado hasta los años 60 del pasado siglo y había una vivienda que lo rodeaba que ya no existe.
Al lado se encuentra un radar que, como ya comenté en alguna otra ocasión, es para luchar contra el narcotráfico, detectar emergencias en el mar y combatir la pesca furtiva.
Después de bajar del faro me desvío para contemplar la curiosa Pedra da Campá, perforada por la fuerza de los vientos atlánticos cargados de salitre. Tengo que esperar un poco para la foto ya que hay bastante gente subida en ella.
Continúo unos cien metros hasta llegar al observatorio de aves, desde donde podremos observar las miles de gaviotas patiamarillas que anidan en estos impresionantes acantilados y, con un poco de suerte, los grupos de cormoranes moñudos que escogen las zonas más próximas al mar para construir sus nidos.
Desde el observatorio de aves tamibén disfrutamos de las magníficas vistas sobre el lago y la playa de Rodas mientras vuelven a caer unas gotas de lluvia y el cielo se oscurece otra vez.
También tengo una estupenda vista de la isla de Monteagudo o isla Norte y de sus increíbles acantilados.
Las islas Cíes fueron apodadas por Ptolomeo como las islas de los Dioses, por Plino como las Siccas y han sido identificadas por muchos como las míticas Casitérides de Herodoto donde fenicios y cartagineses se proveían de estaño. En las islas se han encontrado restos arqueológicos que datan del 3500 a.C. aunque los restos del primer asentamiento humano, del que se tiene constancia al menos, son de un castro de comienzos de la Edad de Hierro.
Apuntando hacia abajo con la cámara capto como rompe el océano contra las rocas y eso que estamos en agosto y desde donde estoy sigo viendo gaviotas por todas partes.
A partir de aquí, podemos conectar con la ruta del Faro da Porta a través de un desvío a la derecha que, según bajamos del faro, encontraremos a unos doscientos metros antes de llegar al cruce que conduce al observatorio de aves. La ruta tiene unos 5,2 kilómetros de ida y vuelta que son un poco menos al unirla con la anterior. Antes del faro paso por una calita pero no sé su nombre.
El Faro da Porta funciona con energía solar y junto a él empieza la zona de reserva de aves marinas. Las vistas de acantilados desde su posición hace que la visita merezca mucho la pena. Es un poco más pequeño que el de Monte Faro y está datado de 1918.
Bajo estas líneas, el muelle de Carracido, el primero que visité en las Cíes cuando viajaba con la pandilla desde Canido en el «Carramexo», hace muchísimos años. No tengo fotos de esas visitas ya que entonces no tenía la cámara tan presente como hoy en día.
La playa de Nosa Señora o de Carracido tiene una longitud de 140 metros por 20 de ancho y junto a ella fondean muchos barcos. Por lo que supone para mí, es una de las mejores playas del mundo.
Aquí elijo hacer un descanso para comer un bocadillo y un poco de fruta. Recojo todo lo que me sobra y lo meto en una bolsa pues en la isla no se puede dejar nada ya que no hay papeleras y hay que llevarse todo lo que uno se trae consigo.
Siguiendo el camino llego a la Praia dos Viños, por una zona de arboleda que hay entre las dos playas.
Desde aquí veo un pequeño islote que se llama Penela dos Viños y que está muy cerca de la playa por lo que hay mucha gente que se anima a nadar hasta allí. Así, a las tres islas grandes de Cíes hay que sumar varios islotes como A Agoeira o Boeiro, Penela dos Viños, Carabelos y O Ruzo.
Veo también algunos barcos impresionantes fondeados en la zona, entre ellos un gran velero.
De camino a Monteagudo fotografío la isla de Rodas, la mejor del mundo según publicó en 2007 el diario británico The Guardian, que la describe así: «Los vecinos la llaman la playa caribeña. El agua es lo bastante turquesa y la arena lo suficientemente blanca como para creerse la comparación… hasta que metes el dedo del pie en el agua».
No puede faltar en esta playa la bandera azul.
En la isla de Monteagudo empiezo la tercera ruta que me llevará hasta el Alto do Príncipe, pero antes paso por la playa de Figueiras o de los Alemanes, que tiene una longitud de 350 metros y en ella se puede practicar el nudismo.
Dejo a la derecha Figueiras y me interno definitivamente en el bosque para llegar al cruce hacia el Alto do Príncipe. La senda acaba en el mirador de la Silla de la Reina, una de las curiosas formas de la roca erosionada (cuidado al asomarse, especialmente los días de viento).
Otra, bajo estas líneas, me parece una cara con sus ojos, nariz y boca.
Estamos a 120 metros sobre el nivel del mar (una hora entre la ida y la vuelta) y desde aquí, como os describía al principio, las panorámicas, casi circulares, no pueden ser más generosas.
Con la cámara en automático me saco una foto en este punto, que por ahora es el que más me ha gustado del paseo.
Desde aquí vuelvo sobre mis pasos hasta encontrar el último sendero del día, la ruta de Monteagudo, de 5,6 kilómetros. Continúo de frente por el interior de la isla y el claro que se abre en la zona de A Valgada nos ofrece panorámicas de los acantilados de la cara oeste con el campo de trabajo al fondo.
Llego al Faro do Peito o de Monteagudo. Es necesario retroceder un poco y descender por una senda a nuestra izquierda que enlaza con el camino que lleva hasta él. La Costa da Vela y Cabo Home, tan solo a 2,5 kilómetros, convierten este punto en el lugar del archipiélago más próximo al continente y al norte se divisa el suave perfil de la isla de Ons, protegiendo la ría de Pontevedra.
Bajando por una pequeña pista de cemento me acerco a la pequeña furna de Monteagudo, una de las 56 localizadas en el parque nacional. Más acantilados y de aquí ya no se puede pasar.
Otro observatorio de aves… colgado sobre el abismo del océano Atlántico en la isla Norte y al pie dle Monte Agudo. Este es el punto final, más allá ya no se puede seguir. En su interior hay un panel informativo.
Aún me queda la vuelta pero empieza a llover y me quedo un rato en la caseta. Tengo tiempo de sobra ya que el barco me sale a las seis de la tarde. Como sigue lloviendo tengo que salir ya que quiero ver las olas en el puente del lago pero no me da tiempo ya que empiezan a las 17:45 y el barco me sale en un cuarto de hora.
Soy de los primeros en embarcar y con pena por el día que tuve, dejo las Cíes y saco la última foto a la playa de Rodas, ya con el barco en marcha.