Como el barco no sale hasta las once de la mañana me desvío un poco de la ruta para ver algo que hace bastante que no visito. Está en la ladera norte de O Outeiro y se trata de una muestra reconstruida de un molino de viento.
Desde el mirador del Monte Beiro, a tan solo 140 metros de altitud, encontramos una vistosa y amplia panorámica que enseña el Valle del Ulla cerca de la desembocadura del río, formando la ría de Arousa, la Serra do Barbanza, los montes de Oleirón, el monte Meda y el monte Xesteiras.
Ahora sí llego a Carril, donde en la primera rotonda que me encuentro veo una escultura en homenaje a las famosas almejas de esta zona, que también cuentan con su propia fiesta gastronómica. Santiago de Carril, popularmente conocido como Carril, es una de las villas más marisqueras de toda Galicia.
Aparco el coche en el puerto y doy un paseo por Carril, descubriendo las playas de la Concha y Compostela. La primera pertenece a Vilagarcía de Arousa y la segunda a Carril pero los diferentes rellenos las han unido y juntas miden más de tres kilómetros en cuyo perímetro discurre un paseo muy concurrido.
Tras la parada «obligatoria» ante la iglesia para hacer la foto, me dirijo al puerto de Carril. La villa se fundó en 1500 y apenas doce años después ya hay constancia de su puerto, que en 1750 era uno de los más importantes de Galicia y en 1814 recibió autorización para embarque y desembarque con América.
Carril conoció su época dorada como puerto natural de Santiago, por lo que fruto de ese empuje de la burguesía compostelana se estableció en 1801 una aduana de segunda clase. En esos años había varias fábricas de salazón de la sardina, algunas de curtimientos y otras de fundición y a su puerto llegaban frecuentemente importantes cargamentos de lino y cáñamo, procedentes de Rusia, y de cuero, remitidos desde América.
Bajo estas líneas se ven los campos de cultivo de almejas que hay entre Carril y la isla de Cortegada. Como la marea está alta no se aprecian bien las parcelas pero si os fijáis hay unas estacas que sobresalen del agua que se usan para delimitar cada campo.
Bueno, y por fin a las once y unos pocos minutos embarco en el puerto con dirección a la isla. Las dos empresas que se dedican a conectar ambos deben tener muy en cuenta las mareas ya que debido al poco calado de estas aguas solo pueden hacer viajes con marea alta. Cuando hay mareas muy bajas incluso se puede llegar a la isla andando aunque a los mariscadores no les gusta que les pisen sus campos de cultivo de almejas.
Yo viajo con la empresa Alvamar, con la que reservé una visita guiada de una duración de, aproximadamente, dos horas y media. Después, si hay tiempo y ganas, los visitantes podremos disfrutar de un baño en el mary de sol en las playas que ciñen la mancha verde del bosque. La guía que lleva nuestro grupo se llama María y la patrona es Bibiana.
El puerto de acceso al embarcadero está junto a la playa de Sartaxéns. Yo tengo que esperar un poco en la playa por mi grupo, ya que como el barco es pequeño nos traen de diez en diez. El cupo diario de visitantes de esta isla es de 125 personas y los grupos deben ir siempre acompañados de guías autorizados o que acrediten sus conocimientos sobre los valores naturales y patrimoniales de la isla. El ratio de asistencia deberá cumplir un guía por cada 25 participantes.
Mientras espero en la playa me acerco a la pequeña capilla de la isla. Desmoronándose bajo la maleza, la ermita de la Virgen de los Milagros, que en el sigloXVII fue reconstruida fuera del poblado para evitar que las grandes afluencias de peregrinos enfermos en busca de la sanación milagrosa infectara a los habitantes de Cortegada.
El punto de partida y de llegada de las rutas por Cortegada está próximo al antiguo poblado. Algunas viviendas se han recuperado como servicios del parque pero la mayoría perecen bajo la maleza. Este poblado estaba constituido por las edificaciones construidas por los antiguos vecinos que en 1910 la abandonaron antes de que la isla fuese donada al rey AlfonsoXIII bajo la promesa, luego incumplida, de construir un palacio en ella.
En Cortegada hay un punto de información en las inmediaciones del puerto que muestra los valores de la isla y las opciones habilitadas para recorrerla. Es un paseo fácil y hermoso pues tiene un relieve casi plano y presenta una variedad importante de bosques y microclimas.
Bajo estas líneas, de nuevo la playa de Sartaxéns.
Cuando ya tenemos el grupo completo comenzamos la visita. La primera parte del camino circula por la orilla oeste, dejando ver el resto de islotes que componen el archipiélago. Malveira grande y su singular bosque de rebollos, Malveira chica, el Con y Briñas, todos ellos en zonas de reserva.
Nos paramos al lado de este pino manso, ideal para exorcismos de mal de ojo o eso es lo que nos cuenta nuestra guía junto con otras antiguas pero interesantes historias.
Pero el mayor interés de su flora reside en su impresionante bosque de laurel, el de mayor extensión de toda la península ibérica, con pies de más de diez metros, y posiblemente el mayor de Europa también. Esta laurisilva era frecuente en las zonas bajas de Galicia en la Era Terciaria cuando el clima era más cálido, todavía es muy común en el litoral gallego y también ha ido creciendo en el interior. Su ramo es el histórico símbolo de la victoria y sus hojas son apreciadísimas en la cocina, sobre todo para cocer nuestros mariscos. Además, posee propiedades medicinales.
Son en total dos hectáreas y media en la parte norte de la isla (la mitad de su superficie total) integradas por ejemplares que llevan a elevarse hasta trece metros.
Al lado del laurel hay plantaciones de pino y roble y en el sotobosque destaca también la abundancia de hiedra. Cortegada es un lugar curioso desde el punto de vista de la flora fúngica.
Dejamos atrás el bosque de laurel y pasamos ahora junto a la zona de pinos. Según nos va comentando el guía están plantados por zonas ya que los antiguos habitantes de la isla así lo hicieron hace ya muchos años.
Solo a través del contacto directo con este lugar permite apreciar en su justa medida las razones por las que este pedacito del océano Atlántico fue declarado parque nacional.
Ahora llegamos a la zona de los eucaliptos. La vegetación autóctona comienza a perder terreno ante la proliferación de éstos y de los pinos.
Atravesamos la isla por el llamado Camiño do Carro que antiguamente conectaba la isla con Carril y permitía a los habitantes transportar pesadas cargas con marea baja, claro. Al final de este camino llegamos nuevamente a la orilla que está más cerca de Carril, donde ya vemos los parques de cultivo de almejas.
Un estupendo robledal completa la riqueza de la parte noroeste de la isla. Volvemos poco a poco a la zona del embarcadero y pasamos junto a playas de arena blanca y agua cristalina que dejan ver cómo nadan los mújeles cerca de la orilla. La visita va con un poco de retraso, si no sería un sitio perfecto para darse un baño.
Después de dejar atrás una pequeña playa y una pequeña aliseda a nuestra derecha de gran importancia, nos dirigimos poco a poco a las ruinas del poblado de Cortegada. Este poblado fue abandonado tras las expropiaciones ejecutadas con motivo de la donación a la isla del rey Alfonso XIII y hoy solo quedan en pie algunas fachadas, entre las que crecen inmensos laureles dando un aire misterioso y mágico a todo el conjunto.
Una foto más a un pino antes de llegar al embarcadero ya que tras dos horas terminamos el paseo guiado. Tengo que decir que Cortegada es una isla muy distinta a las otras del parque nacional por la cantidad de árboles que hay y porque además es muy llana, con apenas 22 metros en su parte más alta.
Embarcamos y salimos con dirección a Carril. Se me olvidaba decir que el billete con visita guiada me costó 15 euros.
Llego al puerto de Carril y al bajar del barco caminando por la pasarela veo que el agua está llena de estos pequeños peces por todas partes. No sé cuáles son pero hay miles de ellos.
Cojo el coche y me voy a Vilagarcía de Arousa para dar una pequeña vuelta antes de regresar a casa. El paseo de hoy me gustó mucho aunque en la visita a la isla me hubiese gustado más andar un poco más a mi aire ya que las visitas guiadas con tanta gente a veces se hacen un poco pesadas. Bueno, pues tras 171 kilómetros llego a casa, no son muchos comparándolo con otras veces…