“No mar Galaico dos arrotrebas apareceu a Virxe María ao beato Xacobo, na barca de pedra”. Este es uno de los pasajes que aparecen en la credencial que se otorga a los peregrinos en Muxía, punto final de una de las rutas compostelanas. Tomás Alonso, que ha realizado todas las rutas xacobeas, regresa con sus crónicas a VIGOÉ para mostrarnos, a través de las etapas, los diferentes caminos de Santiago. Este, uno de los más especiales para el viajero vigués, finaliza en el Santuario da Barca pero empieza cuatro días antes, en Santiago.
Etapa 1. Santiago-Negreira. 21 km.
Desde la Praza do Obradoiro me dispongo a empezar un camino que tiene, como cosa curiosa, el inicio en Santiago, que es el final del resto de rutas xacobeas. Son muchos los peregrinos (cada vez más) que tras llegar a Compostela continúan hacia Finisterre, punto final del Camino de las Estrellas y lugar de cultos paganos desde la más remota antigüedad.
Ahí me dirijo, hacia el ocaso.
Pronto llego al robledal de San Lourenzo y me encuentro el primer mojón con la típica vieira y la distancia que me queda por recorrer hasta Muxía: 86,337 kilómetros. Mi intención es seguir después hasta Fisterra, al contrario de lo que recomiendan algunas guías.
Uno de los paseos del robledal llega hasta la Costa do Cano, que desciende hasta Ponte Sarela. Tras cruzar el río aún podemos ver en ruinas y conquistadas por las hiedras, las antiguas fábricas de encurtidos y a su lado en una finca particular, un Santiago peregrino que me da ánimos.
Una senda ceñida, todo un regalo tan cerca de la ciudad, nos aproxima hasta la pista que conduce a Sarela da Baixo donde, si el día está despejado, veremos por última vez la catedral compostelana.
Salgo del núcleo de Quintáns y tras varios cambios de dirección llego por una recta asfaltada hasta el puente medieval sobre el río Foxos, un buen rincón para descansar. Aquí veo llegar por detrás a buen paso al que será a partir de ahora mi compañero en este camino, Robert, de nacionalidad francesa.
Llego hasta Augapesada. El itinerario me obliga a dejar la carretera para pasar junto al puente sobre el rego dos Pasos, un vado medieval rehabilitado de un solo ojo (km 11,6). Permite atravesar el arroyo, que desemboca en el Sar. Es importante por su antigüedad y ser una parte de la ruta xacobea.
Arropado por el robledal, voy sintiendo los primeros latigazos que me propina la cuesta, que también me deja respirar durante algunos tramos. El primer kilómetros y medio lo hago entre una niebla muy espesa, lo que siempre me recuerda a la Santa Compaña. Las meigas, habelas hailas…
Corono el alto do Mar de Ovellas con un premio que es una bella vista del valle de A Maia, aunque el día se está nublando cada vesz más. Luego toca una ligera bajada hacia el valle del Tambre, pasando por Susavilla do Carballo, Trasmonte y Burgueiros.
La carretera me lleva hasta el río Tambre, que separa en dos el núcleo de Ponte Maceira y divide también Ames y Negreira (km 17). Se unen a través de un gran puente de piedra, a Ponte da Vella, que según cuentan fue construida por los romanos y, después, sobre los antiguos pilares, se erigió otro puente entre los siglos XIII y XIV por petición de la Mitra Compostelana. De nuevo, en el XVIII, fue reformado de nuevo.
Me detengo casi una hora en este pueblo, el puente es impresionante y con la crecida del rio vale la pena pararse un poco para hacer unas fotos.
Varias leyendas van unidas a este viejo puente, como la que cuenta que, escapando los discípulos del Apóstol de los romanos para encontrar un lugar donde enterrar al propio Santiago, cruzaron el puente y al pasar sus perseguidores sobre él, se vino abajo por intervención divina.
En el hermoso pueblo de Ponte Maceira se ha conseguido una armonía en el paisaje, con una presa que hace más hermoso el paso de las aguas por este lugar y se pueden disfrutar también dos molinos y la capilla de San Brais, que completan el conjunto. También destaca del lugar el pazo de Baladrón, construido en la mitad del siglo XX y que, según cuentan los rumores, quiso comprar el mismísimo Julio Iglesias. A la salida del pueblo, un bonito cruceiro me despide de Ponte Maceira.
Entro en la comarca de A Barcala y llama mi atención un mojón incrustado en un árbol en un bonito bosque autóctono.
Cruzo junto a otro puente. ¡Qué diferente es venir a estos pueblos por trabajo o en coche a venir andando, como yo ahora! Estoy aprendiendo un montón.
El Pazo de A Chancela se encuentra en la localidad de Negreira y es de propiedad privada así que solo se puede visitar una pequeña parte.
Ya en Negreira, paso por la estatua de un peregrino y, un poco más adelante, una campesina con un par de vacas. Aparecen varios albergues privados pero yo busco el público.
Otro pazo en mi camino es el de Cotón, una fortaleza medieval que sufre importantes reformas aunque mantiene los cubos de las antiguas murallas enmarcando el edificio. Está vinculado a los Luaces y los Mariño de Lobeira. Una galería de piedra atraviesa la calle principal de la villa, con triple arcada, balaustradas y miradores y une el pazo con la capilla de San Mauro, construida en el siglo XVIII. En la plaza que está delante del pazo hay una figura en homenaje a los emigrantes que tuvieron que partir a buscar fortuna en otras partes. Llama mi atención porque tiene dos partes que se pueden interpretar de diferente manera.
Por fin llego al albergue, que está muy bien e incluso tiene calefacción radiante. Me inscribo ya que solo cuenta con viente plazas. Las camas son bajas, no hay literas. En una de las habitaciones estamos Robert, el francés, y yo y en la otra un chico andaluz y otro canadiense con los que nos encontramos a lo largo de estos días en diferentes puntos del camino. Tras dejar las cosas, doy una vuelta por el pueblo para hacer compra en el súper y hacer fotos, como esta del Concello.
Segunda etapa: Negreira-Olveiroa, 33,4 kilómetros
Empiezo en el mojón 65,578, que está un poco más abajo del albergue y enseguida me encuentro con la iglesia de San Xulián, construida en el siglo XVIII con tallas de santos que evocan a la Virxe da Doorosa, Margarida, Xián, Cristovo…
Desde mi punto de vista, los kilómetros entre Negreira y A Pena son los más bonitos en cuanto a naturaleza se refiere de los tramos que he hecho en los diferentes caminos. En muchos tramos, entre frondosa vegetación, vamos por el antiguo camino real a Fisterra.
Una recta de unos 600 metros conduce hasta San Mamede de Zas, donde se abandona otra vez la carretera para atravesar la aldea. A la salida, aparece un bonito paso encauzado por muros de piedra y rodeado de vegetación y donde se forman balsas de agua con facilidad.
Aquí, la foto es de la iglesia de San Mamede y la casa rectoral, con el suelo bastante resbaladizo por la lluvia así que decido seguir el camino mientras las vistas del valle de Negreira con la niebla siguen llamando mi atención.
Ahora entro en Piaxe. Aquí, un mojón justo al lado de un bonito cruceiro con un tipo de mesa delante me hace pensar para qué se habrá usado en su día. Supongo que para poner la caja del difunto cuando pasaban por aquí de camino al cementerio y rezar un poco pero tampoco estoy muy seguro.
A la salida de Cornovo, dejamos otra vez la compañía del asfalto y llegamos hasta una pequeña pasarela que salva el rego de Forxán. La jornada recorre el paraje del Altiño do Cotón en un entorno donde se mezclan tojos, maizales, pinos y eucaliptos con los molinos eólicos.
Dejamos atrás Vilaserío y continuamos por la carretera hasta Cornado, última población de Negreira (km 14,9). A partir de este pueblo, el paisaje va a ir cambiando radicalmente por la concentración parcelaria. Un pequeño repecho y su posterior bajada por pista donde podremos ver alguna cabaña de vacas entre el pinar, llevan hasta la carretera DP-5604, que seguimos por la derecha durante 400 metros. La dejamos por la izquierda y, al poco, algún tramo propenso a encharcarse debido a la cercanía del río de Barbeira.
Entramos en la parroquia de Maroñas, del Concello de Mazaricos, señalizada con un rótulo de madera (km 19,8). A la entrada, nos saludan dos hórreos típicos y continuamos por pista vecinal hasta Santa Mariña (km 20,8). Aquí en un bar vi proclamarse campeón del mundo al Barça en Tokio, mientras comía un bocata de tortilla y una Estrella Galicia por tres euros.
También en Santa Mariña me encuentro esta señal de la vieira del Camino que parece estar entre rejas. Cojo una pista vecinal asfaltada que pica hacia arriba hasta Bon Xesús (km 23,3) y Gueima (km 23,7), con alguna buena panorámica como esta. Voy como una moto cantando yo solo.
En Vilar do Castro me encuentro con unos bonitos hórreos, mientras sigue la dura subida al Monte Aro, desde donde habrá unas espectaculares vistas del embalse de Fervenza, construido en los años sesenta. Hay unas flechas de dudosa autoría que invitan a tomar un camino hasta Lago dando un rodeo innecesario. También en Campo Valado hay hórreos antiguos y alguna casita labrega restaurada a la antigua usanza. También un perro grande que me acecha.
Visitamos Campo Valado (km 27,1), Porteliñas (km 27,4) y Abeleiroas (km 27,9). Junto al desvío hacia el mirador de Corzón. Sigo pasando por hermosos hórreos y algún riachuelo del que no recuerdo el nombre. Metro a metro voy avanzando sintiéndome orgulloso de ser peregrino una vez más
También el cementerio de San Cristovo de Corzón llama mi atención pues empiezo a ver los campanarios separados de la iglesia, tan comunes en esta zona. La iglesia situada en el centro del camposanto y el campanario en un lateral con unos llamativos ornamentos en los nichos laterales.
Antes de cruzar el río Xallas por un puente del siglo XVI, aunque reformado posteriormente, me detengo para sacar esta foto que divide los municipios de Mazaricos y Dumbría. Lo cruzo y bajo al nivel del río para sacar la foto del lado interior del puente. El Xallas, con sus 65 km de largo, atraviesa el Monte do Pindo y se precipita en una caída prácticamente libre, de algo más de 100 metros, a la ría de Ézaro, frente al cabo Finisterre, en el océano Atlántico.
Más adelante, paso por otro súper hórreo en Ponte Olveiroa que no puedo dejar pasar. En este camino me voy a cansar de sacar fotos a hórreos pero es que no me puedo resistir, me encantan. Este de 20 pies debió de ser de una persona rica, pues como sabéis, cuantos más pies tiene el hórreo, más propiedades o existencias tiene su dueño.
Dejando atrás Ponte Olveiroa, paso por unos hermosos prados junto al río Xallas, de un verde intenso. Un poco más adelante ya veo mi final de etapa en el pueblo de Olveiros, después de casi ocho horas de patear por sitios verdaderamente maravillosos.
La aldea conserva el aspecto tradicional del rural gallego, con callejuelas muy apretadas y “corredoiras” entre casas de mampostería. Sigo encontrando hórreos a mi paso, debe ser el pueblo con la mayor cantidad que he visto hasta el momento. También visito la iglesia de Santiago de Olveiroa, construida a finales del siglo XII pero con importantes reformas en los s. XVIII y XIX.
Llego por fin al albergue, con dos pisos y 32 plazas, todas en literas. También cuenta con unos hórreos para los peregrinos y uno viejo e inacabado que por las noches se ilumina desde el suelo.
Busco la salida para mañana, en la siguiente etapa, y en la salida del pueblo veo este bonito arroyo que separa la etapa de hoy de la del día siguiente. El verde del musgo es muy llamativo y tengo que tener cuidado al cruzarlo porque está realmente resbaladizo.
Al final de éste, hay una vieja cruz y el mojón desde el que partir en unas horas. Me vuelvo, que ya empiezo a tener hambre así que en el pueblo busco para cenar algún bar con menú del peregrino y me encuentro con el bar As Pías, donde tomo una cervecita antes de ir a cenar. Puedo decir que cenamos muy bien, por diez euros. Al salir del bar-albergue-restaurante, descubro en la pared de la entrada este sombrero y, más abajo, las botas de un peregrino, que hacen de este bar un imán para los que, como yo, buscan un lugar donde no se cobre mucho y que esté bien decorado y limpio.