Antes de iniciar mi andadura disfruto de las hermosas vistas que me ofrece el remanso del río a su paso por Caldas bajo el puente de la N-550, flanqueado por el edificio del Concello, el balneario Acuña y la conocida taberna bar «O muiño de Caldas».
Aquí empiezo verdaderamente la ruta. Son 5,1 kilómetros según el mapa que yo tengo aunque en alguna otra guía pone que son 9 kilómetros. A las 9:45 empiezo a andar por esta senda en la que me encuentro con mucha gente caminando o corriendo pues está muy cerca de Caldas.
Cuando llego a este puente de madera tengo que cruzarlo, puesto que la ruta sigue ahora por la otra orilla del río por un tramo entre una aldea que se llama Segade de Abaixo.
Desde el centro del puente hago esta panorámica del ríoy al empezar a subir por la otra orilla y después de cruzar por la aldera de Segade veo en el suelo esta culebra muerta que supongo por su color que debe ser una víbora.
Un poco después la ruta discurre por una pista asfaltada que se aleja un poquito de la orilla del río en una zona en la que se ven muchos molinos restaurados pero de propiedad particular. Lo siguiente es un mirador desde el que fotografío la central eléctrica abandonada por la que pasaré en la bajada por la otra orilla.
Después de un tramo bastante feo por una zona asfaltada llego al puente romano de Segade. Primero veo la señal que lo anuncia, que está bastante oculta entre la maleza. Ya en el centro del puente le quito una foto de las que tanto me gustan al río.
Se desconoce su fecha de construcción pero lo que sí se sabe es que fue reconstruido en 1729 después de que años atrás una gran crecida del río derribase la parte superior. Fue por la actuación del entonces párroco de San Andrés de César, Nicolás Llamas, que aprovechando los sillares antiguos mandó reconstruir el arco y el petril para comunicar las aldeas vecinas.
Gracias a ello podemos continuar la vía romana Brácara-Asturican que desde Tuy llegaba a Caldas pasando por Campo Lameiro y Moraña y que aún conserva los restos de su calzada.
Al lado del puente bajan estas escaleras que pasando por debajo de una gran roca llegan a un pequeño embalse que usaba una vieja minicentral eléctrica abandonada.
Al bajar del puente otra vez hay un tramo largo de asfalto por la carretera que va a Cuntis para volver a bajar al río en la zona de la central eléctrica abandonada que ya fotografié desde la otra orilla. Esta fue construida a comienzos del siglo pasado, concretamente en el año 1900 y su actividad duró más de 50 años. Hasta los años 20 mantuvo con electricidad a toda la comarca y despiés de haber pasado por dos compañías se cerró en 1955.
Al lado de la central podremos ver sobre una superficie rocosa el salto que el Umia hace para salvar este desnivel en lo que se llama la Fervenza de Segade. Es una gran rampa de roca que se eleva unos treinta metros. En verano, las aguas están más tranquilas y dejan paso a grandes y pequeñas pozas en las que darse un chapuzón.
Actualmente el caudal está regulado por una presa construida hace unos pocos años que aunque ha roto el cauce y el recorrido natural del río ha permitido detener las penosas inundaciones que sufría la población de Caldas un invierno tras otro.
Después de la fervenza, nos encontramos con una zona con numerosos molinos restaurados pero de uso particular y enseguida llego a un pontillón de piedra que en esta época del año se puede atravesar perfectamente pero que con las crecidas del invierno no creo que se pueda utilizar.
Una bonita foto más del río antes de llegar a Caldas y en la otra el final de la ruta, con el parque de A Carballeira. Todos los veranos esta zona se convierte en playa fluvial y centro del ocio acuático. Los árboles centenarios procedentes principalmente del continente americano y la carballeira autóctona conforman este magnífico parque «de ribeira».
La ruta duró en esta ocasión dos horas y cuarto y aprovecho que todavía es pronto para hacer una visita por la zona, con muchas cosas por ver.
Tras coger el coche me dirijo a Cuntis, donde doy una vuelta para conocer el hotel La Virgen, que es el edificio más emblemático de esta tranquila villa. Unido a éste, el nuevo Balneario de Formiños y el parque.
Las siguientes imágenes son de la iglesia de Santa María de Cuntis y una escultura en homenaje a los canteros.
Además, un palomar, un palco de la música y un hórreo.
Después me acerco hasta el castro de Castrolandín, de finales de la Edad de Hierro y situado a menos de un kilómetro de Cuntis. De planta oval, el asentamiento está formado por una muralla, un parapeto y corona central. Cuenta con más de mil metros cuadrados de yacimiento excavado y musealizado en el que se pueden apreciar restos de construcciones de diferentes usos y buena parte del sistema de acceso al poblado y de un sector de sus defensas.
La siguiente parada es en la iglesia parroquial de San Breixo de Arcos de Furcos, que fue trasladada piedra a piedra desde el lugar da Manguela, en Arcos de Arriba. Destaca por sus relieves góticos incrustados en el muro del atrio, donde se representan distintas escenas de la vida de Cristo.
Además, este lugar es conocido por tener el único cementerio con tumbas subterráneas. Los nichos se encuentran a cincometros de profundidad en unas catacumbas en las que hay sesenta cuevas con cuatro nichos cada una. El acceso al nivel inferior, en el que están los panteones de mayor singularidad, hay que hacerlo mediante dos escaleras de granito alojadas entre muros de cantería.
Se trata de uno de los camposantos más visitados de toda la comunidad gallega por su singularidad y sigue todavía operativo. Numerosas personas se acercan a Cuntis a visitarlo aunque algunos una vez en la puerta de acceso, se arrepienten y no consiguen bajar a la parte más profunda ya que impresiona enormemente ver todas aquellas tumbas en un ambiente tan sobrecogedor y con la humedad que allí dentro se respira.
Prosigo mi excursión hasta el convento de San Bieito de Pereira y la casa rectoral de San Fins (San Félix) de Estacas, hoy en día en manos privadas, y con un precioso hórreo de ocho pares de columnas. El estado de conservación no parece malo pero da la impresión de poder venirse abajo en cualquier momento.
Hago otra parada para visitar el menhir de San Martiño de Gargantáns, que consiste en una piedra colocada en posición vertical procedente de la cultura megalítica cuya función exacta de desconoce. Mide 1,92 metros y está grabado en ambas caras. Se cree que no se asienta en su sitio original y que fue trasladado hasta aquí por motivos desconocidos ya que tiene la base cortada y, por lo que parece, alcanzaba una altura mucho mayor.
Me encuentro con numerosas iglesias en mi camino y me detengo a fotografiarlas todas. La primera es la iglesia de San Martiño de Gargantáns, de origen románico, y la siguiente es la de San Mamede de Amil, de estilo barroco.
Luego, el Santuario Los Milagros de Amil, del siglo XIX, cuyo origen se remonta al siglo anterior, cuando un vecino de la zona, Sebastián de Castro, le pidió a la Virgen que le ayudase a encontrar agua en una finca de su propiedad. En agradecimiento por el «favor» concedido, construyó una fuente con la imagen de la Virgen. La romería enseguida cobró una gran popularidad y en el siglo XIX se construyó el templo. Se sigue celebrando el 10 de septiembre y, según la tradición, en agradecimiento a la milagrosa Virgen o como súplica por algún favor, los romeros asisten en peregrinación a pie y caminan durante nueve días hasta el santuario. Es una de las más concurridas de la provincia de Pontevedra.
El último edificio religioso de mi paseo de hoy, con el monasterio de San Salvador o San Benito de Lérez, fundado en el siglo X por los monjes benedictinos. Con esta imagen ya termino recordando que San Benito es el santo «más milagreiro» y que es conocido por quitar las verrugas, sobre todo.