La península Ibérica, amalgama de culturas y reinos a lo largo de los siglos, ha sido escenario de innumerables conflictos territoriales, siendo el conflicto territorial por Olivenza uno de los episodios más longevos en la historia diplomática entre España y Portugal.
Una herida diplomática entre España y Portugal
El origen del conflicto territorial por Olivenza se remonta a la llamada Guerra de las Naranjas en 1801, un breve conflicto militar que enfrentó a los dos países. Tras esta contienda, ambos firmaron el Tratado de Badajoz, en el que España anexó la ciudad de Olivenza y sus alrededores, históricamente bajo soberanía portuguesa. Por su parte, Portugal, siempre ha considerado esta anexión como ilegítima y ha mantenido viva la reivindicación de este territorio al no haber renunciado formalmente a este territorio, generando un litigio que perdura hasta nuestros días y que ocasionalmente llega a las portadas de los medios de comunicación.
El conflicto persiste debido a las interpretaciones divergentes del tratado. España defiende que la anexión de Olivenza es legítima bajo los términos del acuerdo, mientras que Portugal considera que, tras la firma del Congreso de Viena en 1815, en el que se pidió la devolución de los territorios ocupados durante las guerras napoleónicas, Olivenza debería haber vuelto a manos portuguesas al incluirse una cláusula que establecía la devolución de este territorio, pero esta nunca se ejecutó.
Hoy, aunque las tensiones han disminuido y la situación es más simbólica que real, Olivenza sigue siendo un recordatorio de cómo las fronteras en la península ibérica han sido motivo de discordia.
El contraste con Galicia
A pesar de la persistencia de conflictos como el de Olivenza, la relación entre Galicia y Portugal destaca por su estabilidad y cooperación a lo largo de los siglos. Las fronteras entre Galicia y Portugal fueron establecidas hace siglos, y aunque han existido pequeños ajustes históricos, estas no han sido objeto de disputas internacionales de gran escala.
En Galicia, no existe un paralelismo con el caso de Olivenza. Esto se debe, en parte, a que la identidad gallega, profundamente arraigada, no ha tenido históricamente movimientos separatistas que reclamen territorios portugueses, ni, desde el otro lado de la frontera se han encontrado movimientos irredentistas que reclamen territorios gallegos.
Además, la relación cultural entre Galicia y Portugal, marcada por una lengua (el gallego-portugués medieval) y una idiosincrasia común, ha favorecido una cercanía más allá de las fronteras políticas.
Sin embargo, eso no significa que no haya habido conflictos locales. A lo largo de la historia, han surgido disputas por tierras o recursos entre municipios o parroquias, aunque estas siempre se han resuelto a nivel local sin involucrar a las autoridades nacionales o internacionales. Así, estas disputas, palidecen en comparación con la envergadura de la disputa por Olivenza.
¿Por qué Galicia y Portugal no han tenido una disputa territorial como la de Olivenza?
Para entender por qué Galicia y Portugal no han experimentado un conflicto territorial similar al de Olivenza, es necesario considerar varios factores históricos y culturales. En primer lugar, la delimitación de la frontera entre Galicia y Portugal fue establecida en la Edad Media y ha perdurado con pocos cambios desde entonces. A diferencia de Olivenza, que fue ocupada como resultado de una guerra, los límites en esta región se definieron mediante acuerdos que, en su mayoría, han sido respetados.
Además, la naturaleza de las relaciones entre Galicia y Portugal siempre ha estado marcada por una fuerte conexión cultural. Ambos territorios comparten no solo una historia común, sino también una lengua y tradiciones similares, lo que ha fomentado un sentido de unidad al margen de las fronteras nacionales.
Por último, la estabilidad política de las fronteras gallegas también puede explicarse por la falta de interés estratégico o económico para ambos países en cambiar el statu quo. Mientras que Olivenza, en su tiempo, tuvo un valor militar y geopolítico importante, las regiones fronterizas de Galicia y Portugal han sido históricamente más rurales, centradas en la agricultura y con pocos incentivos para generar disputas territoriales.
Eurociudades, un modelo de cooperación transfronteriza
Hoy en día, la frontera entre Galicia y Portugal no es una línea divisoria, es un puente que une a dos regiones a través de iniciativas como las Eurociudades. Estas áreas urbanas transfronterizas, como las Eurociudades de Chaves-Verín o Tui-Valença, se han convertido en ejemplos de cómo dos países pueden cooperar más allá de las barreras políticas. En lugar de ser un foco de conflicto, estas ciudades han capitalizado su ubicación estratégica para promover el turismo, el comercio y la convivencia cultural.
El caso de las Eurociudades pone en valor cómo las fronteras, que antaño separaban a los países, hoy pueden transformarse en espacios de oportunidad. Las políticas de cooperación transfronteriza entre Galicia y Portugal no solo fortalecen la economía local, sino que también promueven un sentido de identidad compartida que trasciende las divisiones nacionales.
La convivencia frente al conflicto
La situación en Galicia y Portugal es un testimonio de cómo las fronteras pueden evolucionar de ser fuentes de conflicto a convertirse en puntos estratégicos de encuentro. Aunque la historia está llena de ejemplos de disputas territoriales, como el caso de Olivenza, Galicia y Portugal han demostrado que es posible mantener una relación pacífica y cooperativa a lo largo de los siglos.
Basta con analizar los recientes incendios forestales que han azotado Portugal y que han puesto de manifiesto, una vez más, la estrecha interdependencia entre este país y su vecino del norte, Galicia. Más allá de la evidente solidaridad y cooperación en la gestión de emergencias, estos eventos naturales extremos revelan una serie de dinámicas geopolíticas que merecen ser analizadas en profundidad.
Desde una perspectiva geopolítica, estos eventos pueden acelerar la integración transfronteriza y la creación de mecanismos de cooperación más sólidos y duraderos. La necesidad de compartir información, recursos y conocimientos en tiempo real ha puesto de manifiesto la importancia de fortalecer las redes de comunicación y colaboración entre las diferentes instituciones y actores involucrados.
Conflictos como el de Olivenza siguen manteniendo el significado de antaño de frontera mientras que por otro lado encontramos espacios de cooperación y unión como los creados entre Galicia y Portugal gracias a la estabilidad y el entendimiento mutuo claves para evitar tensiones y luchar por un futuro de unidad. Esta unidad es un modelo de cómo la cooperación regional puede transformar antiguos límites en nuevas oportunidades. Frente a los desafíos del futuro, la colaboración económica, cultural, educativa y política entre ambas regiones no solo fortalecerá su posición en el escenario global, sino que también permitirá que sus comunidades prosperen juntas.