Muchos ciudadanos de todas las edades han elegido estos vehículos para ahorrar tiempo, para ahorrar dinero en combustible, que en este caso es la electricidad, y también, cómo no, para evitar el esfuerzo al subir tantas cuestas, que son las que le dan cierta gracia a esta ciudad volcada al mar que, por cierto, ya existía antes que la norteamericana San Francisco, cuyas cuestas nos resultan casi tan familiares como las nuestras.