Son muchos años compartiendo el día a día. Pedidos, compras, recados. Pero también vivencias personales e incluso problemas. Algo que las tiendas de barrio se llevan consigo cuando cierran, lo que ocurre cada vez con más frecuencia en las ciudades. La última en colgar el cartel de “cerrado” ha sido la que Adelina Álvarez fundó en 1949 en la calle Pi y Margall, y lo hace para siempre. Su hijo Tito, que heredó el cargo, se jubila y pone punto final a esos 74 años de negocio familiar.
El anuncio sacudió al barrio, que este miércoles reconoció a Tito -e implícitamente a Adelina- su dedicación y la impronta que dejan. También a Marisa, la esposa de Tito. Vecinos, comerciantes y clientes se acercaron a la tienda en su último día de actividad para rendirles un pequeño homenaje. Acudió gente de todas las edades. Y hubo globos, flores, aplausos, cánticos, fotos y una palabra que destacaba sobre las demás: “Gracias”. Como resulta comprensible, acabó cayendo alguna lágrima.
Un momento muy emocionante por esas vivencias compartidas. Por mucho que Tito intentara normalizarlo en las jornadas previas al cierre. “Estoy alegre de haber llegado a la jubilación”, contaba a VIGOÉ hace casi una semana.
Al trascender la noticia recibió muchas llamadas, pero intentó dejar a un lado la nostalgia y la pena. Tito confesaba estar satisfecho con el trabajo realizado sin haberse cogido ninguna baja por enfermedad. Además, la tienda sigue siendo rentable y es posible que otras personas interesadas le den una nueva vida al negocio. Pero esa será ya otra historia.