Los vecinos de la Avenida da Florida y sus alrededores asistieron el pasado martes, 24 de enero, al cierre inesperado de la Panadería Florida en el número 40 de la misma calle.
El negocio era emblemático en la zona porque llevaba 49 años despachando pan, desde que los hermanos Ángel y Abelino Vázquez Arias volvieron de Brasil, el lugar a donde habían emigrado, en el año 1974.
Descendían de una estirpe de panaderos de los que habían heredado el conocimiento de la materia prima y la tradición del pan, al que le sumaron la sabiduría que importaron de su experiencia en el extranjero para abrir un despacho con tecnología pionera en la época. El negocio creció en las décadas de 1980 y 1990, un tiempo en el que la que la familia tenía panaderías por toda la ciudad olívica.
Un establecimiento histórico “ahogado” por la crisis
“La crisis actual nos ha ido asfixiando hasta que nos hemos visto ahogados”, explica Cecilia Vázquez, hija de Abelino, hoy octogenario y jubilado. “No queríamos darnos cuenta de la situación y ha llegado un momento en el que no se pudo ni remontar”, lamenta.
Según la fuente, varios factores se han ido sumando desde hace años: “El primer obstáculo que nos encontramos fue la falta de trabajadores, apenas hay panaderos y quienes siempre trabajaron con nosotros se han ido jubilando. Los hijos de Abelino y de Ángel nos dedicamos a otras cosas, salvo una, Carmen, que ha hecho todo lo que ha podido y lo mejor que ha sabido los últimos años”.
Otro de los factores que provocaron el declive fue, según Cecilia, el cambio en los hábitos alimentarios de la población y la competencia feroz de la bollería industrial de los supermercados: “Nosotros no podemos permitirnos vender un pastel a 20 céntimos”.
Mientras la familia inyectaba dinero con el objetivo de intentar sacar a flote el negocio comenzaron a encarecerse las materias primas y el coste de las energías aumentaba ceros en las facturas: “Hemos podido con todo haciendo un esfuerzo enorme, pero lo que nos ha dado el golpe decisivo fue el precio de la luz. Llegaban facturas de la luz de 20.000 euros”, explica.
Para Abelino y Ángel Vázquez Arias y sus descendientes la noticia del cierre de la panadería fue tan sorprendente e inmediata como para los vecinos, que sin previo aviso se encontraron un cartel en la puerta anunciando la noticia.
“Algunos reaccionaron con pena, otros fueron bastante bordes y se enfadaron por no avisar antes”, cuenta Cecilia. “Nos gustaría que nuestros clientes comprendieran que llevamos mucho tiempo haciendo un esfuerzo, hasta hemos vendido propiedades para no tener que cerrar. Pero que por mucha pena que nos dé nos vemos obligados a hacerlo porque tenemos que sacar adelante a nuestras familias y seguir luchando contra viento y marea era insostenible”.
La decisión fue, explica, “muy traumática”: “Cuando los gestores hicieron el cierre del año nos llamaron y nos dijeron que cuando nos cortasen la luz teníamos que cerrar. Nuestros padres aún tienen que digerir la noticia, están muy apesadumbrados”.
En Panadería Florida elaboraban 16 tipos de pan, empanadas, tartas y pasteles e incluso hacían platos hechos para los vecinos. Los patriarcas fueron los ideólogos del pan chapata artesano y trabajaban diferentes tipos de harina. Se convirtieron en un referente en la ciudad, pero la competencia feroz, según Cecilia “los convirtió en una panadería de barrio de un tamaño enorme que generaba muchas pérdidas”.
Algunos vecinos se acercaron a ella esta semana para recordarle cómo recuerdan la panadería de su padre: “Un lugar cálido y cercano al que, cuando salíamos del cole, los niños no solo íbamos a comprar el pan sino a encontrarnos con nuestros amigos y a jugar”. Por aquello de que “este tipo de negocios no solo eran establecimientos, eran puntos de encuentro en los que se hacía barrio”.