Carolina contiene la emoción en las inmediaciones de la Praza de España de Vigo media hora antes de que empiece la marcha feminista del 8M, Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Fue sola, acaban de condenar a su expareja por malos tratos. Su familia denunció, ella no se atrevía a pesar de que la dejase «tirada y medio muerta» después de unas 7 horas dándole puñetazos. Tiene 35 años, trabaja, rehizo su vida, dice que «no tuvo juventud» y que superar aquel episodio le costará toda la vida.
No quiere dar su nombre completo, ni contar a qué se dedica: «Yo no soy muy de hablar en medios ni quiero que se me asocie por ese episodio». Sale a la calle para luchar contra la situación de vulnerabilidad que marcó su vida, «fruto del patriarcado» porque su generación tuvo, supuestamente, «una formación y la información en la igualdad que no va acorde con los sucesos que marcan la sociedad y contra los que lucha la agenda feminista». Se define como una mujer de carácter y se siente incomprendida por su entorno: «Mi familia y mis amigos no entienden que por tener una personalidad fuerte haya pasado por ahí».
Ella es una de las miles de personas que se congregaron en el centro de la ciudad para recorrer sus calles principales: Gran Vía, Urzaiz y Colón hasta su desembocadura en la Rúa do Areal para reivindicar los derechos de la mitad de la población. El lema de la manifestación de 2022 organizada por Galegas 8M es: «Nin escravas nin heroínas, mulleres con dereitos, xa». Lucía pertenece al colectivo y defiende el carácter unitario de la marcha: «Independientemente de nuestra posición individual, este recorrido aglutina a todas las mujeres y a todos los colectivos».
Con esta frase se refiere al camino por separado del feminismo que este año dividió a los manifestantes por primera vez en sus 300 años de historia provocado por las diferencias en las posturas de los diferentes colectivos entorno a la abolición de la prostitución, la denominada ley trans, y la polémica generada alrededor de los vientres de alquiler. En más de 20 ciudades de España, entre ellas en Vigo, se celebraron eventos paralelos y se leyeron dos manifiestos. El de Galegas 8M reunió a todas y todos los representantes del feminismo.
Lucía explica el porqué del lema de este año: «No queremos que nos tachen de esclavas porque se nos asocie al cuidado de la casa, ni tampoco a heroínas porque nos hagamos cargo de todo, que se nos asocie a estos conceptos implica un sesgo. Somos personas y queremos vivir en igualdad, desarrollar nuestras carreras en igualdad». Es madre, está casada, trabaja y milita porque sufre la «doble explotación, la triple explotación…».
Las voces del feminismo, unidas contra el patriarcado
Una representante de Marcha Mundial das Mulleres, colectivo feminista en activo en Vigo desde el año 2000 explica que este año clama, además de por la desigualdad salarial, por la abolición de la prostitución: «Hay que ser abolicionista, o feminismo ten que ser abolicionista porque a prostitución non é un traballo e os ventres de alugueiro é explotación das mulleres».
Defiende que «ningunha muller libre se prostitúe, para eliminar a prostitución hai que por o foco nos puteiros e na prostitución de estado. As mafias campan ás súas anchas». Abolir, explica, «non significa prohibir, significa facela desaparecer porque creo que ningunha muller, se ten outra saída, se prostitúa».
Por otro lado, Soraya, de Loita Obreira, no se define exactamente como regulacionista sino como prodereitos: «Porque ser regulacionista quere decir que das poder ó estado e non ás mulleres, e iso significa non darlle liberdade ás mulleres. A experiencia en outros países demostra que o regulacionismo sigue perpetuando as condicións desiguais para as mulleres».
Ruth Vallejo, portavoz de Máis Galicia, se confiesa regulacionista porque considera que otorgar derechos a las trabajadoras sexuales única manera de luchar contra la esclavitud de las mujeres otorgándoles una asistencia médica, psicológica y herramientas para que consigan una correcta insercción en el mundo laboral.
Un manifiesto por la unidad y la justicia social
El recorrido desembocó en la Rúa Areal, donde se leyó un manifiesto integrador en el que se pronunció acerca del multiperspectivismo del ideario feminista con un mensaje de unión contra un patriarcado capitalista que busca: “segmentar, dividir e desartellar”.
Se pronuninció ante la necesidad de amparar a las mujeres migrantes “vítimas dun sistema que converte as persoas en mercadoría que move ou trafica segundo intereses económicos, sacrificando vencellos e afectos, á vez que nos somete a maior explotación e cidadanías de segunda clase”.
También apoyó a las mujeres del rural porque “soportamos unha dupla ou tripla precariedade, porque non só sustentamos as vidas das nosas comunidades, senón tamén todo un ecosistema e unha fonte de sustento para todas que o poder condena ao máis absoluto deterioro e abandono. A terra é nosa, non é de Fenosa”.
Abordó la lucha de la desigualdad salarial, en la justicia y en la administración de las mujeres e hizo hincapié en la corresponsabilidad en el ámbito familiar: “Porque as mulleres sustentamos a vida como coidadoras, educadoras e traballadoras domésticas non remuneradas, mentres o capital nos paga todo este traballo con violencias”.
El colectivo no dejó escapar la oportunidad de recordar a Déborah Fernández-Cervera: “Aledámonos que por fin dende o xulgado de Tui chamaran a declarar á súa exparella. Agardamos que despóis de 20 longos anos se esclareza quen ou quenes foron os responsábeis do seu asasinato e que nunca máis a perspetiva de xénero estea ausente dos procesos xudiciais”.