Muchos de los conductores que a última hora de esta tarde de martes accedieron a Vigo por la última salida de la AP-9 han sido testigos de la fascinación que parecen generar en el Concello las osadas, casi imposibles, combinaciones de colorines alegres y brillantes.
Si hasta ahora el mayor exponente de esa fascinación era la cubierta multicolor que envuelve las rampas de la Gran Vía, este martes el ascensor Halo, que sobrevuela la AP-9, tal vez la haya relegado a un segundo lugar al ir cambiando sucesivamente de color ante la mirada atenta de los vigueses en una suerte de melodía polícroma de neón que fue transitando en cuestión de segundos del rojo al naranja, del amarillo al verde, del azul al añil.
Más de 15 millones
Al Halo, ese ascensor-mirador por el que los vigueses habrán pagado más de 15 millones de euros cuando finalice su construcción y sea inaugurado, previsiblemente a principios del próximo año, lo habíamos visto iluminado de un blanco inmaculado que le da cierto aspecto virginal. Sin embargo, este martes ha mostrado su naturaleza camaleónica y muchas de sus posibilidades, quién sabe si todas, para adaptarse a las necesidades del momento.
Aspecto de plantillo volante
El espectáculo al que asistieron quienes tuvieron la suerte de verlo en directo habrá recordado a muchos la secuencia de ‘Encuentros en la Tercera Fase’, esa película de Steven Spielberg protagonizada por Richard Dreyfuss y François Truffaut, en la que unos científicos consiguen comunicarse con los alienígenas a base de luces y melodías que emergen de su nave espacial.
No hay duda de que cierto aspecto de platillo volante tiene el Halo, suspendido como está a la entrada de la ciudad. Y cuando se tiñe de rojo resulta difícil disociarlo de los colores de Vigo, lo que le aporta un acusado sabor local.
Estética colorista
Corresponde ahora a los vigueses juzgar si la estética colorista del ascensor es una buena noticia o acaso un exceso, pero de lo que no cabe duda es de que multiplica su capacidad de atracción, que ya es más que notable cuando está apagado.
Quedan semanas para que el Halo abra sus puertas y ofrezca a la ciudadanía la posibilidad de pasar en cuestión de segundos de la zona de García Barbón a la de Vía Norte, lo que ahora mismo supone una caminata cuesta arriba no apta para todas las piernas ni para todos los corazones. Es posible que no todos los vecinos comulguen con el precio de esta estructura o con ese baile de colores que hemos visto hoy, pero cuesta creer que alguno ponga pegas a su utilidad.